Voy a escribir sin red. Como la vacuna rusa, luego vendrá la americana o puede que la china se le adelante, todo se reduce a una cuestión de imagen. Lo mismo ocurrió con la carrera espacial, lo importante era quien retransmitía que llegaba primero a la luna. Tiene que parecer que ganas la guerra del liderazgo. Y vuelta otra vez, una quedada de pibes y pibas, ajenos a miedos y recomendaciones, pero claro, ahora explícales que tienen que dejar de ser individualistas, egoístas, consumistas, lo que han mamado desde que nacieron. Benditos los migrantes que se ahogan en el mar mientras pido la ensalada de la casa con queso y nueces. Hay que ver, los sucesos ya no suceden, simplemente, pasan de largo, como las perseidas, polvo de estrellas somos, y si no que se lo digan al cambio climático que al final se queda en una tendencia más, no importa su capital destructivo, es decir, el nuestro. El aleteo de una explosión en Beirut me provoca un suspiro de alivio. Menos mal. Lo único que me preocupa es que las cucarachas del primer piso no trepen hasta mi lujoso ático, me tranquiliza saber que los vecinos de los niveles inferiores morirán antes que yo, bueno, que mi yo digital. Imposible plantearse el hecho de existir sin tu dispositivo conectado, para que todo el mundo sepa lo que crees que piensas, lo que se supone que te gusta, lo que dices que haces en cada momento y una cantidad inútilmente vergonzosa de opiniones expresadas con total vehemencia y seguridad, pero ni repajolera idea de lo que ocurre de verdad. Es muy cansada la verdad, es fea, incómoda, un coñazo la verdad. Con los hoteles vacíos y cerrados, lo mejor es escuchar el silencio del desierto turístico. Es un silencio que habla a gritos. Sin red.

Rafael.dorta@zentropic.es