Nos preciamos mucho los españoles de lo bien que se nos da la improvisación. Esperamos hasta el último momento en la creencia de que podremos resolver las cosas, pero caemos así con frecuencia en la chapuza.

Un ejemplo de ello lo tenemos en la respuesta a la que unos comienzan a llamar ya "la segunda ola de la pandemia". ¿Dónde están todos aquellos rastreadores que se prometieron? ¿Dónde aquella aplicación tecnológica que serviría para un mejor seguimiento de los contagiados por el Covid-19?

Ahora resulta que la Comunidad de Madrid busca desesperadamente -¡ a estas alturas!- candidatos a rastreadores, a ser posible universitarios, dispuestos a trabajar gratis et amore. Se anunció que se llegaría a los 400 cuando haría falta mucho más de mil -hay quien habla incluso de tres mil- para una comunidad de 6,5 millones.

Mientras tanto, en Cataluña, como en otras partes, los médicos de atención primaria se quejan de haber tenido que dejar muchas veces su actividad principal y descuidar al resto de los pacientes, muchos de ellos con enfermedades graves de tipo crónico, para centrarse sólo en los afectados por el coronavirus.

El personal médico o de enfermería de los centros de atención primaria reconocen que están desbordados y no dan abasto para atender diariamente, ni siquiera por teléfono, a todos los pacientes que llaman con la esperanza de que alguien resuelva sus dudas.

Y, sin embargo, como explica con razón el personal sanitario, la primaria es el "muro de contención del sistema", donde se intenta detener la infección. Y para ello son absolutamente imprescindibles esos rastreadores que ahora tanto escasean y que son los encargados de obtener la máxima información sobre la cadena de contactos para impedir en la medida de lo posible la difusión del insidioso virus.

Un amigo médico de atención primaria que trabaja en Madrid se queja de la falta de efectivos que hay en este momento en los ambulatorios, fruto, explica, tanto de los recortes aplicados donde no se debía durante los últimos años, pero también de las vacaciones, por un lado, y, por otro, de las bajas por enfermedad del propio personal médico.

Sugiere que para mitigar, que no solucionar, el desastre, podrían desviarse actualmente recursos del sistema hospitalario hacia la atención primaria para atender a los pacientes del Covid-19, siguiendo así el camino inverso de lo que ocurrió al principio de la pandemia. Se trataría de reemplazar al personal que falta por vacaciones o cualquier otro motivo.

El temor a una segunda ola de la pandemia existe también en algunos de los países que mejor afrontaron la primera, como Alemania, donde no dejan de aumentar también los casos y donde existe el temor a los que vuelven de vacaciones de países de alto riesgo, por lo que el ministerio de Sanidad obliga a someterse a pruebas de Covid-19 a quienes han estado allí además de ofrecerlas también gratuitamente a otros que lo soliciten.

El epidemiólogo más prestigioso de este país, Christian Drosten, de hospital berlinés La Charité, ha escrito un artículo en el semanario Die Zeit en el que explica que hay que ser conscientes de que una segunda ola podría tener su propia dinámica y poner a prueba los centros de salud.

Para limitar todo lo posible la difusión del virus, habría que concentrarse en los brotes, en los "clusters" como él los llama utilizando ese vocablo inglés, que suelen producirse en grandes reuniones familiares, en las aulas, en los lugares de trabajo, grandes oficinas incluidas, o por supuesto en los acontecimientos deportivos, es decir allí donde se junta mucha gente.

En caso de que se origine un brote, y las autoridades sanitarias se vean superadas, Drosten propone el autoaislamiento domiciliario y con carácter preventivo de cuantos estuvieron juntos en el mismo lugar, dado que ya se sabe que la fase infecciosa de la enfermedad dura aproximadamente una semana y durante los dos primeros días no se observa ningún síntoma.

La contención de los brotes que se produzcan es mucho más importante que la detección de casos aislados mediante la realización de pruebas entre la población en general, como se ha demostrado en Japón, explica el epidemiólogo.

Es importante, dice, que el ciudadano trate de llevar un diario en el que anote dónde estuvo y con quién para poder hacer, llegado el caso, un seguimiento de todos sus contactos. Si se sigue la estrategia que propone, argumenta Drosten, podría evitarse la paralización total de la actividad económica que traería consigo la difusión incontrolada del virus. ¿Seríamos capaces los españoles y otros mediterráneos de seguir tan estricta receta?