Los socialistas se han revelado a veces maestros en el arte de la ambigüedad. Baste recordar aquel equívoco "Otan, de entrada, no", que no impidió que Felipe González sellase nuestra permanencia en la Alianza Atlántica al pedir el "sí" en el referéndum convocado en torno a la permanencia de nuestro país en la organización, en la que ya nos había metido el gobierno de UCD de Leopoldo Calvo-Sotelo, apoyado por los nacionalistas vascos y catalanes.

Es posible, visto desde la perspectiva actual y por mucho que nos pesara entonces a algunos, que aquélla fuera la decisión correcta para "democratizar" a unas Fuerzas Armadas parte de cuyos mandos parecían todavía tener tentaciones pretorianas. ¿Cuántos Tejeros nos habremos así evitado?

Los socialistas, y no sólo los de aquí, sino los de otros países de nuestro entorno como Alemania, Francia o el Reino Unido, han tenido también la endiablada habilidad de predicar justicia social e igualdad de oportunidades mientras se apuntaban con la mayor naturalidad del mundo a las recetas económicas neoliberales. Ahí están los Blair, Schroeder y compañía para demostrarlo.

Ahora, nuestro presidente del Gobierno y líder de un partido de ideología claramente republicana como es el PSOE, ha hecho, obligado por la crisis en la cúspide del Estado, parece haber querido abandonar la ambigüedad para hacer, en carta abierta a sus correligionarios, una cerrada defensa de la monarquía basada en el pacto constitucional de 1978.

El PSOE, escribe Pedro Sánchez, arrogándose la representación de todos los militantes, "se siente plenamente comprometido con el pacto constitucional". Y recalca el líder socialista, por si hubiera alguna duda, que ese compromiso afecta a "todos sus términos y extremos".

Para el Presidente del Gobierno, la monarquía parlamentaria es sólo "un elemento de ese pacto, no el pacto. Todo el pacto es la Constitución, y no se puede trocear y seleccionar al capricho". "Somos leales a la Constitución desde el principio al fin", afirma tajante en el escrito.

De esa forma cierra totalmente la posibilidad de que se toque cualquier parte del pacto constitucional, sobre todo la que más parece preocuparle, como es la que hace referencia a la forma del Estado, sobre la que se pronunciaron ya los españoles en circunstancias ciertamente difíciles porque podía aún oírse el ruido de sables.

Como ocurrió en su día con la OTAN, aunque por circunstancias muy distintas, es posible que haya que defender en este momento, como reclama el líder del PSOE, la Constitución del 78. La crisis sanitaria provocada por el Covid-19, con sus tremendas consecuencias económicas, ha hecho que requiramos la ayuda de la UE, y si algo necesita el país es estabilidad, pero también, conviene no olvidarlo, profundas reformas sociales y educativas para hacerlo menos desigual.

Pero estabilidad que no significa que haya que suspender toda crítica a la gestión que tanto la Casa Real como el Gobierno de la nación han hecho de la tercera crisis: la derivada del conocimiento, gracias a la acción de la justicia suiza y a medios de prensa extranjeros, de los delitos de corrupción y evasión fiscal que se atribuyen al anterior titular de la corona.

En lugar de buscar las responsabilidades del desprestigio causado a la Corona donde están, es decir en el comportamiento indigno del todavía llamado "Rey emérito", la derecha y ultraderecha, que últimamente tanto montan, y la prensa monárquica, básicamente madrileña, busca desviar la atención poniendo el foco únicamente en las diferencias entre el PSOE y su socio minoritario de gobierno, al que acusan de aprovechar la crisis en la institución monárquica para traernos la República.

Pescadora en río revuelto, la muy noble y deslenguada portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, se permitió así aconsejar a Sánchez que rompiera "inmediatamente con Podemos y los separatistas" y formase un "gobierno de concentración constitucional" con su partido, mientras otros de sus correligionarios acusaban al Presidente de "avalar con su silencio (sobre las críticas de Podemos a la que ese partido llama "huida" al extranjero de don Juan Carlos) el ataque a la monarquía y al sistema constitucional".

La derecha y los medios a su servicio prefieren mirar una vez más para otro lado, elogiando sin medida el comportamiento del actual jefe del Estado y repitiendo prácticas cortesanas sin las cuales el anterior monarca no habría podido cometer todo lo que ahora se le imputa y que le ha obligado a elegir ahora el deshonroso camino del exilio.

Pero si una cosa no deberíamos aceptar los españoles, con independencia de ideologías, es la opacidad continuada en torno a la Casa Real. Es más necesaria que nunca una investigación exhaustiva de lo sucedido para evitar que pueda repetirse. Y esa tarea corresponde no sólo a los jueces, sino también al Parlamento, sede de la soberanía nacional, de la que depende la Corona. El debate sobre monarquía o república puede quedar para más tarde.