Cuando el periodista y escritor tinerfeño Alfonso García-Ramos (1930-1980) ganó en 1970 el Premio Benito Pérez Armas con su novela Guad, además de ser muy bien valorada por la crítica, con ella quedaban atrás años difíciles para la publicación de novelas, y una de las escasas posibilidades para hacerlo lo daba la obtención de un premio.

Fue en 1955 cuando se convocó por primera vez dicho premio, gracias a la iniciativa de un grupo de aficionados a la literatura, presentándose Alfonso a la convocatoria de 1957 con una novela sobre la emigración, Las islas van mar afuera, que al quedar solo finalista no fue publicada, con lo que decide, tal como declaró entonces, "empezar desde el principio", y escribe la novela Teneyda, con la que se presenta en 1959 al Premio Santo Tomás de Aquino del Distrito Universitario de La Laguna, consiguiendo el primer premio, y por tanto su publicación.

Poco tiempo después, en una entrevista del periodista Gilberto Alemán, Alfonso confesó que "ya estoy trabajando en una nueva novela que probablemente llevará el título de Lo que nos queda, que trata sobre lo que hacen y piensan los hombres de la posguerra", y fue en octubre de 1963, durante unas vacaciones en La Punta del Hidalgo, La Laguna, cuando escribió el primer capítulo, y a partir de ese momento, según afirmó, "los personajes no dejarían de molestarme hasta que en el verano de 1964 decidí irme solo a Icod durante quince días para escribirla de un tirón", y en 1966 publica un capítulo de la misma en la revista Millares, presentándolo como parte de una novela que tituló Con sangre nace el agua, que decide presentar en 1970 al nuevo Premio Benito Pérez Armas cambiando su título por Guad, con lo que esa vez sí ganó el concurso, lo que le significó un premio de 75.000 pesetas y la edición de 500 ejemplares.

En su primeras declaraciones tras el premio, entrevistado por el periodista Juan Cruz Ruiz, Alfonso afirma que Guad "narra la vida en una galería de agua, y en torno a ella la peripecia individual de unos veinte personajes enmarcados en la panorámica de la vida social de Tenerife en los años posteriores a la Guerra Civil", una novela cíclica en la que cada personaje se va desnudando y confesando, trasluciendo la vida de la posguerra, el tiempo de la retórica triunfalista, de la frustración de una generación, el hambre, el estraperlo€"

La propiedad del agua en Canarias era y sigue siendo uno de los grandes problemas de las islas, y para su comprensión Alfonso se acercó a cabuqueros (trabajadores especializados en perforar túneles o galerías para la extracción de aguas subterráneas) y carretilleros en el mismo frente de las galerías, entrevistándose con ellos, algunos mancos o ciegos tras los accidentes, conociendo de paso el mundo de la especulación que rodeaba ( y rodea) la gestión de este bien vital y tan escaso en nuestras islas, por lo que se trata de una novela social según la define José Domingo en Ínsula en enero de 1972, que relata la lucha contra la piedra hasta llegar al agua y la de los trabajadores pobres y esclavizados por los explotadores.

Admirado por María Rosa Alonso y Eliseo Izquierdo, profesores de prestigio como Gregorio Salvador Caja o Jorge Rodríguez Padrón han prologado distintas ediciones de Guad, poniendo de manifiesto el cuidado de Alfonso en la forma y ritmo de la novela, lo que contradice sus primeras declaraciones tras ganar el premio, provocadoras y polémicas. Pero es que Alfonso reivindicaba la contradicción, como recuerda Pablo Ródenas en las Actas del Cabildo de Tenerife con motivo de su nombramiento en marzo de 1980 como Hijo Predilecto de Tenerife, tal como confesó a Olga Álvarez en una entrevista: "Si no fuera contradictorio, sería tonto".

Una novela que 50 años después de su primera publicación, su viuda e hijos, de la mano de Liti García-Ramos, recuperan ahora en una edición muy cuidada de la editorial Baile del Sol en su colección Narrativa. Un regalo admirable.