Pestana, no voy a cometer la evidente exageración de asegurar que tú antes molabas, pero te recuerdo hace unos quince años, en una de las Bajadas de la Virgen, una conversación palmera, descansada, cortés y ligeramente insustancial. Ahora, Pestana, ejerces como Delegado del Gobierno en Canarias, lo que significa más o menos ser el máximo responsable de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la Comunidad autonómica. Anselmo Pestana, jefe de los guardias. Hace quince años hubiera parecido una broma. También algunos socialistas tinerfeños piensan que con tal de no designar a un militante de Tenerife cualquier otro candidato resultaba válido. Los palmeros tienen al secretario de Organización, un señor grisáceo que han metido en la Mesa del Parlamento para aliviarle las tensiones fraternales, Jorge González se llama su señoría, y al Delegado del Gobierno, y alguna cosilla más.

El delegado del Gobierno ha dicho varias enormidades últimamente. Por ejemplo, que no se pueden ni deben derivar migrantes llegados de Canarias a la Península, "porque en vez de llegar 3.000 llegarían 30.0000". Por supuesto, Pestana no ha argumentado sus cifras. La cafrada más reciente ha consistido en esa principesca declaración para dejar claro que él no tiene que informar nada sobre el traslado de migrantes detenidos hasta Tunte. La colaboración interinstitucional y la transparencia informativa en materia tan delicada y potencialmente conflictiva le importan a Pestana menos que medio marquesote. Hay que portarse como un hombre, hinchar el pecho, cuadrar los hombros, endurecer la papada y dejar claro que la Delegación del Gobierno es la penúltima trinchera para impedir la africanización de España y quizás la descristianización de Europa.

Pestana no ha hecho absolutamente nada para atender el aumento del flujo de migrantes en Canarias en el primer semestre del año. No se han creado infraestructuras de acogida estables, ni servicios y dispositivos de atención decentes e incluso, puntualmente, se han producido problemas con el suministro de alimentos y medicinas. Cientos de africanos siguen perdiendo la vida intentado llegar a las costas isleñas. La crisis de los cayucos de principios de siglo ha quedado sepultada en el olvido como los africanos muertos yacen en el fondo del océano. El Gobierno autónomo guarda un silencio vergonzoso y servil. Y mientras pasa el tiempo se empiezan a cruzar el resurgimiento de la ruta de Canarias para abandonar el continente, la crisis sanitaria y la recesión económica más grave del último medio siglo: un campo de minas para la cohesión social, las garantías democráticas y los derechos humanos. Y todo lo que tenemos en la Delegación del Gobierno es Anselmo Pestana, vestido como Miguel Gila, de soldado y con el teléfono en la mano:

-¿Es Madrid? ¿Me puede decir de qué color son los migrantes hoy y lo humanitarios que somos? Sí, sí, espero. No hay prisa.