Me gustan las investigaciones cuyos títulos no te dejan indiferente, invitando a detenernos y tratar de comprender lo que sus autores han estudiado durante años. Con mayor motivo si hablamos de un trabajo académico inusual que es capaz de manejar con solvencia el feminismo, las relaciones internacionales, las políticas sociales, los derechos laborales, la maternidad, la conciliación familiar, la sexualidad, la historia y la economía. Y si, además, tiene el valor de adentrarse en una etapa reciente de nuestra historia tan importante como la Guerra Fría, que ha sido ampliamente estudiada desde el punto de vista militar y geoestratégico, pero escasamente analizada desde otras disciplinas sociales, pues el resultado no puede ser más prometedor.

Es lo que sucede con el trabajo de la profesora de estudios de Europa del Este y etnógrafa, Kristen Ghodsee, que lleva por título Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo, publicado en España por la editorial Capitán Swing y que condensa veinte años de investigaciones académicas y docencia universitaria. Concentrar en un título dos conceptos aparentemente antagónicos, como es el placer de la mujer y el socialismo, supone un riesgo indudable que pone a muchos en guardia, pero el resultado ha sido tan sugerente como interesante.

En agosto de 2017, Ghodsee publicó un polémico artículo en The New York Times, Why women had better sex under socialism (¿Por qué las mujeres tuvieron mejor sexo bajo el socialismo?), que concitó la atención mundial por su novedoso análisis, aunque también fue acusada de estalinista y feminista radical. El artículo sacaba a la luz una amplia investigación de la autora iniciada tras la caída del Muro de Berlín en 1989, en la que ha estudiado de manera meticulosa el impacto y las implicaciones sociales, políticas y económicas para la mujer durante la Europa del Este, socialista, frente a la Europa del Oeste, capitalista, deteniéndose con particular detalle en analizar en qué medida los diferentes sistemas políticos y económicos afectaban a la sexualidad y la posibilidad de disfrute de la mujer.

Su tesis de partida señala que existen evidencias empíricas que demuestran cómo, al analizar las sociedades de Alemania oriental y occidental, las mujeres en la RDA mostraban niveles significativamente más altos de satisfacción sexual que las mujeres del otro lado del Muro, en la RFA, algo que estaba estrechamente unido a la organización política y social, así como al papel y los derechos económicos de las mujeres en los diferentes sistemas económicos y políticos.

Para llevar a cabo su estudio, la autora aplica un concepto novedoso como es la "teoría de la economía sexual", con la que sostiene que el sexo es una mercancía que los hombres obtienen de las mujeres por medio de recursos monetarios o no monetarios, mediante relaciones de distinta naturaleza en las que el amor y el romanticismo son envoltorios cognitivos para no reconocer el carácter transaccional de las relaciones humanas entre mujeres y hombres. Siguiendo su análisis, el acceso al sexo es más sencillo y, por tanto, tiene un coste menor en las sociedades socialistas o progresistas, al facilitar la entrada de la mujer en la vida laboral y política, pudiendo tener una mayor emancipación educativa y laboral que no las obliga a depender de ningún hombre. Al mismo tiempo, la disponibilidad y libre acceso a métodos anticonceptivos y al aborto legal junto a la independencia económica de las mujeres facilitarían su disfrute sexual, liberando las relaciones personales de otros cálculos económicos o matrimoniales para poder acceder al sexo.

De esta forma, para Kristen Ghodsee, mientras en la Alemania oriental se trabajaba en la independencia y la autonomía personal de las mujeres, incorporándolas al mercado de trabajo, facilitándoles plenamente el acceso a la educación superior y a la sanidad gratuita y universal, en la Alemania occidental se mantenían los roles de género tradicionales impulsados por una economía de mercado en la que predominaba el matrimonio burgués y monógamo. Esto llevaba a que, mientras en el Este la independencia de la mujer les permitía cambiar de pareja si se sentían insatisfechas con sus compañeros, en el Oeste existía una mayor frustración erótica, ya que las separaciones y divorcios eran más complicados por la elevada dependencia económica que tenían las mujeres de sus maridos. De hecho, diferentes estudios sobre comportamiento sexual llevados a cabo en distintas universidades alemanas en los años 80 y 90 evidenciaron que las mujeres del Este disfrutaban más del sexo y tenían más orgasmos que las mujeres del Oeste de Europa.

Pero no todo dependía de la política y la economía, ya que el papel de la Iglesia en la moral sexual, la naturaleza autoritaria de los regímenes socialistas y la limitación a la esfera privada de la vida de las personas, junto al hecho de que en los países del Este hubiera muchas menos posibilidades de ocio y distracción, también influyeron en los comportamientos privados.

Lo que es indudable es que, cuando las mujeres alcanzan una mayor autonomía personal y no dependen económicamente de los hombres, tienen la posibilidad de alcanzar relaciones más satisfactorias, en todos los planos y dimensiones, incluida la sexual. Esa autonomía permite, a su vez, una relación más igualitaria con los hombres y más libertad en la sociedad, que no es poco.

(*) Sociólogo