Las imágenes podrían parecer inocuas, sin ningún tipo de carga emotiva. Eran entre cuatro y cinco operarios desmantelando una construcción de madera y lonas con una estructura de cemento que hacía las veces de refugio. Sin embargo, no era como derruir una figura de lego; suponía el fin de la esperanza para los más vulnerables. Siempre son los mismos a los que nuestra querida Europa les invita a desayunar y luego se va sin pagar la cuenta. Para nosotros no son nombres, datos sin relevancia que engrosan estadísticas lejanas que no perturban nuestra rutina diaria. Sin embargo, se rompe la esperanza y, posiblemente, la salvación de miles de personas en esa isla que fue la patria de Safo. Desde el inicio de los conflictos en Oriente Medio, como consecuencia de la Guerra Civil Siria y la Guerra contra Estado Islámico, miles de personas huyeron de sus territorios originarios hacia la Europa solidaria. Fue en Lesbos, dada su proximidad con Turquía, donde el mundo mira con escándalo a nuestro continente. Hace cuatro días las autoridades locales cerraron el centro de aislamiento de Covid-19 que Médicos Sin Fronteras (MSF) había instalado en la isla griega de Lesbos. La presión materializada en extorsiones, multas, y posibles cargos penales relacionadas con la normativa urbanística dieron resultado. No hay mayor afrenta que la que se ejecuta desde la falsedad y la cobardía. Para las autoridades griegas era imposible encontrar una solución viable, no como para las edificaciones turísticas a escasos metros de la playa o los dedazos a grandes empresarios. Estos no tienen dinero, y la aporofobia hace de las suyas. Existe el riesgo de que la Covid-19 se propague por el cercano centro de recepción de Moria, donde más de 15.000 refugiados viven hacinados y en condiciones insalubres. Pese a la insistencia de MSF sobre las repercusiones en caso de que ocurra un brote en Moria, la respuesta es siempre la misma: "No son importantes". El centro de aislamiento de Covid-19 en Lesbos abrió sus puertas el 6 de mayo, como resultado de los esfuerzos de organizaciones médicas de toda la isla y con el apoyo de funcionarios públicos y del hospital local. Era el único lugar en Lesbos que brindaba un espacio seguro donde podían aislarse y recibir atención las personas de Moria que presentaban síntomas de Covid-19. Desde el 1 de julio, los dirigentes han impuesto varias multas y posibles cargos penales al centro de aislamiento relacionadas con regulaciones de planificación urbanística. Esto ocurre a pesar de que el centro era parte del plan de preparación de emergencias establecido por el Ministro de Migración y destinado a prevenir la propagación de la pandemia entre las personas que viven en el centro de recepción de Moria, tal y como cuenta MSF en un comunicado. Impensable que las 15.000 personas que actualmente se encuentran en Moria vivan en espacios muy reducidos y con un acceso limitado a agua y jabón, lo que hace imposible llevar a cabo las medidas preventivas como el distanciamiento físico y el lavado regular de manos. Más de 300 personas de alto riesgo, debido a su edad o condición médica crónica, así como a sus familias, permanecen atrapadas en estas peligrosas condiciones. Real, pero dramático. Dicen que lo primero que te llega al pisar el campo de refugiados de Moria es el hedor, un olor penetrante y nauseabundo. Dicen los periodistas que han cubierto la crisis de los refugiados y así lo han plasmado en sus medios, que el mayor campo de migrantes de toda Europa huele a basura, a podrido, a excrementos. Afganos, sirios, congoleños, pakistaníes, somalíes... Dicen que todos quieren salir cuanto antes de ese maldito lugar. Dicen que Moria es como una cárcel. Dicen también que en la entrada del campo de Moria emerge una pintada en la cual se puede leer: They killed ours dreams (Ellos mataron nuestros sueños). La cruel bienvenida a Europa.