Esto es serio.

No se trata de una fiesta continua. Nunca lo fue.

Hubo una frase que circuló por las redes sociales al finalizar el estado de alarma que decía algo así: "No es que no haya virus, es que ya hay espacio en las uci".

Además, no se trata de lo que hagamos nosotros en Canarias. Se trata de lo que el Estado hace para superar la pandemia y las órdenes precisas (y no simples sugerencias) que debe aprobar de obligado cumplimiento, como lo que legisla el resto de países para controlar su población.

Estamos asistiendo a un rebrote importante en Cataluña y alguna comunidad autónoma peninsular más. Francia e Inglaterra nos ponen en cuarentena, recomiendan a sus habitantes no venir de viaje a España y se impone una especie de café para todos en los que los territorios insulares podemos pagar como justos por pecadores.

Entre los nuevos brotes, ha surgido la discusión de si es necesario exigir un certificado de no estar infectado por el Covid-19 a extranjeros antes de viajar a España, o si debemos hacerlo, en caso contrario, a la entrada en frontera.

No debemos dudar por miedo al rechazo. Para eso debe habilitarse todo el presupuesto inicial posible y cobrarlo a quien quiera disfrutar de nuestros servicios turísticos. La seguridad cuesta. La salud, más.

La opción B es que podamos infectarnos con cepas importadas y en el mismo caso, tendríamos que cerrar hoteles, parques temáticos, hostelería, comercio, zonas turísticas, y engrosar las cifras de paro hasta límites inasumibles, o lo que es peor, dejar que el hambre entre por la puerta de las familias canarias.

Los gobernantes solo tienen dos funciones en este momento. Garantizar la salud sanitaria a cualquier precio, pues la sanidad es mayoritariamente pública en España. Y apoyar modelos económicos con capacidad de contratación directa, efecto arrastre en su entorno, y actuar como amortiguador temporal de la situación garantizando infraestructuras, flujo financiero y facilidad administrativa.

Algunos lo llaman economía de guerra. Pero lo demás empieza a ser superfluo.