Las llamadas "partículas en suspensión" en la atmósfera y los bioaerosoles en los mataderos han contribuido en buena medida a la rápida propagación del Covid-19 en las ciudades del norte de Italia, primero, y en otras zonas industriales del planeta.

Es algo en lo que coincide la comunidad científica y que explica, entre otras cosas, por qué el virus se propagó a tal velocidad y con efectos tan nefastos en la llanura del Po, una de las regiones de Italia donde más elevada es la contaminación atmosférica.

Los medios de comunicación no han prestado, sin embargo, la atención debida al papel de la mala calidad del aire en las zonas urbanas y polos industriales pese al hecho de que se conocen desde hace tiempo sus efectos letales.

Según el último estudio sobre la calidad del aire realizado por el Health Effects Institute, de Boston (EEUU), en 2017 murieron unos cinco millones de personas en distintos lugares del planeta a consecuencia de las partículas en suspensión.

La Unión Europea establece un límite de 25 microgramos por metro cúbico de aire para las micropartículas en suspensión, que son lógicamente las que con mayor facilidad logran penetrar en los pulmones.

La Organización Mundial de la Salud fija, sin embargo, ese límite en 10 microgramos. Y aproximadamente un 90 por ciento de la población urbana mundial vive en entornos que lo superan ampliamente.

Como explica el toxicólogo Peter Clausing, los estudios epidemiológicos relacionan la profusión de esas partículas en suspensión de menos de 2,5 micras con disfunciones pulmonares y del sistema cardiovascular.

Al aumentar esas micropartículas la permeabilidad de la capa superior de los alvéolos pulmonares, los virus pueden penetrar más fácilmente en esos órganos, lo que lleva, en el caso del coronavirus, a una sobrerreacción del sistema inmunológico de consecuencias a veces letales.

Clausing cita en un artículo publicado en la revista alemana Lunapark, un estudio que se llevó a cabo en Estados Unidos sobre la relación entre las partículas en suspensión y la mortalidad, así como otro realizado en Holanda por encargo del Banco Mundial.

Según este último, un incremento de la concentración de las partículas de hasta 2,5 micras - una micra equivale a la milésima parte de un milímetro- de diez a sólo doce microgramos por metro cúbico de aire resultó en 22 infectados más por el Covid-19 por cada 100.000 habitantes.

En el caso de los mataderos y demás instalaciones de la ganadería industrial, una de las causas principales de la propagación del coronavirus son los llamados "bioaerosoles".

Esas fábricas de carne, en las que rigen condiciones de trabajo inhumanas como las denunciadas a comienzos del siglo XX por el novelista estadounidense Upton Sinclair en su obra La Jungla, son auténticos incubadoras de virus.

Así se han registrado últimamente casos de brotes epidémicos del Covid-19 entre trabajadores, muchos de ellos inmigrantes, lo mismo en España (Lleida) que en Alemania, Francia, Reino Unido, EEUU, Australia, Brasil y otros países.

A las condiciones laborales -no se permite muchas veces a los trabajadores guardar la distancia de seguridad que recomiendan las autoridades sanitarias-, se suman las pésimas condiciones higiénicas de sus alojamientos. ¡Es hora de poner fin a esa nueva forma de esclavitud!