Escribir sobre lo que la realidad tiene de realidad está al alcance de cualquiera. Lo difícil es escribir sobre la cantidad de irrealidad contenida en la realidad. Y no porque la irrealidad se esconda, sino porque está demasiado presente, igual que la materia oscura. El recorrido "glorioso" que los reyes han hecho por España nos trae una vez más a la memoria la historia de El rey desnudo, de Andersen, donde si ustedes se acuerdan un pueblo entero ve vestido a un señor que va desnudo. Un pueblo entero, se dice pronto. Calculen ustedes las toneladas de irrealidad que proyectan esas miradas. Lo mejor del cuento es cuando el monarca pasa por delante del autor de aquella frase mágica:

-El rey va desnudo.

Suelo decir que ese niño es el periodista del pueblo: no ve lo que le han dicho que vea, sino lo que realmente se encuentra al otro lado de su cabeza. Me pregunto si hoy practicamos más el periodismo del niño o la sumisión de sus paisanos. ¿Leemos en la prensa más cosas irreales que reales? No tengo ni idea porque lo real y lo irreal están confundidos de tal modo que no hay forma de separar los hilos que pertenecen a lo primero de los que pertenecen a lo segundo. Destrenzar y trenzar es lo más parecido a separar las palabras de una frase, al objeto de analizarlas, y volverlas a juntar luego para que no pierdan su sentido. En esa tarea de montar y desmontar al final faltan o sobran piezas, como cuando unas manos inexpertas desarman un motor.

Analizas, fotograma a fotograma, el comportamiento de un político y luego te sobran o te faltan fotogramas. ¿Qué fue de la Cartilla Covid o pasaporte sanitario de la presidenta de la comunidad de Madrid?, por poner un ejemplo reciente. Estaba aquí mismo cuando examinaste la noticia y de súbito, al volver a leerla, ha desaparecido. No era un pasaporte sanitario, era un registro o algo así. El rey iba desnudo una vez más. Díaz Ayuso se presentó en la rueda de prensa intelectualmente en pelotas. El otro día, en el Congreso, mientras el PSOE se aplaudía a sí mismo con aquella furia, veíamos sin ropa a todos sus diputados. Los que desaplaudían con violencia, por otra parte, mostraban lo peor de su anatomía moral.