La columna que publiqué en este recuadro ayer no me gustó. Era una columna propositiva y esas nunca le gustan a nadie, ni siquiera a su autor. La situación es ahora infinitamente más grave que cuando cerró Thomas Cook y, sin embargo, el ruido gubernamental es mucho más tenue. El presidente Ángel Víctor Torres convoca el fantasma del hambre y luego desaparece. Antes ya lo había hecho el viceRodríguez, después de adelantarles unas perritas a los ayuntamientos. También es admirable la discreción que ofrece Noemí Santana. En realidad lo que están haciendo es regresando del futuro para tomar aire. Las fuerzas políticas, empresariales y sindicales de Canarias, sus Universidades, todo su tejido asociativo, deberían estar implicadas en una estrategia común de exigencia ante el Estado porque lo que está empezando a caer sobre las islas es una amenaza real a su viabilidad como sociedad y como pueblo. No ocurrirá. Este reventará y la mayor parte de la gente pensará que han sido los hermanos Toste.

Es imposible una sociedad madura, democrática y tolerante, con recursos académicos y científicos y un Estado de Bienestar razonable, una sociedad incorporada a la globalización y respetuosa de su medio ambiente, si en los últimos doce años solo ha bajado durante un par de trimestres del 20% del desempleo. Es simplemente imposible, por no hablar de la mala calidad del empleo que se crea, del pobre valor añadido de sus principales actividades económicas, de su débil productividad, de una incapacidad crónica para crear siquiera un mercado regional. Y todo lo demás son cuentos: los cuentos de una élite política que es de una ignorancia repulsiva o de un cinismo atroz, y de una élite empresarial hipertrofiada de apoyos, excepciones, instrumentos y cuidados que tiene en el Gobierno a su primer cliente, siendo al mismo tiempo el cliente favorito del Ejecutivo, y no hablo, por supuesto, ni los industriales ni de los autónomos ni de los pequeños comerciantes. Por eso el gran empresariado canario jamás abre la boca y corre cuando el presidente de turno convoca el Consejo Económico y Social para hacerse la foto y firmar la tontería que haga falta. Lo importante es tener contento al Gobierno, que es al mismo tiempo su cliente, su prestamista y su relaciones públicas.

Estos 225.000 desempleados no tienen ninguna esperanza, salvo cobrar el subsidio y luego, si hay suerte, el ingreso mínimo vital. La frustración como estilo de vida. El cansancio como deporte. El desprecio a sí mismo como sistema moral. Muchos ya lo pasaron entre 2008/2009 y 2015/2016. Ahora se le suman jovencitos a los treintañeros machacados oír la crisis financiera. Son las víctimas hastiadas y la involuntaria garantía de que nuestros problemas básicos seguirán siendo los mismos dentro de un lustro, dentro de una década: la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, la igualdad de oportunidades reducida a un chiste, la creatividad perdida y arruinada, el paraguas institucional europeo y español que se abre temblorosamente en cada diluvio. Canarias ni quiere ni puede ser.