La peor de las situaciones es cuando eres consciente de que el conejo te va a derriscar la perra y no puedes hacer nada. Algo así debe ser lo que le pasa al PSOE de Canarias, que decidió plantar las papas el día antes de que cayera el segundo diluvio universal.

Desde hace bastantes meses es evidente que el futuro de Ángel Víctor Torres en la Presidencia de Canarias está ligado al devenir de la financiación que consigan las islas para atravesar la situación más extrema de pobreza a la que se ha enfrentado desde hace muchos años. Y esa financiación ni ha llegado ni se la espera. El Gobierno de España tiene otros problemas de mayor enjundia territorial y estructural. Las ayudas de la Unión Europea vienen acompañadas de unas obligaciones de ajuste del gasto público que van a complicar la vida con los socios de Podemos, que van a condicionar las negociaciones de unos Presupuestos Generales del Estado muy complicados y que va a enfrentarles con las impopulares decisiones de subidas de impuestos y contención de gastos sociales que hasta ayer mismo se vendían como el estandarte de una nueva política.

La decisión del gobierno de los hijos de la Gran Bretaña, estableciendo cuarentena para quienes viajen a España y apostando por el turismo interior de sus ciudadanos, es el tiro de gracia en la sesera de unas islas -las nuestras- cuya temporada de verano ya ha naufragado. Hoy acaba la novena que el gobierno canario está rezando a la virgen para que se excluya a Canarias de las restricciones, aunque disguste mucho a Rafael Hernando (PP) porque sería “discriminatorio” con la Península. Y es que a veces es mejor permanecer callado y parecer rebenque que confirmarlo hablando.

La destrucción de empleo que está causando la merma de ingresos turísticos es demoledora en las cuatro islas donde el sector es intensivo. Vamos hacia un cementerio laboral. Y en el PSOE empiezan a temerse que algunos de sus socios no quieren ser miembros de un gobierno indigente, incapaz de conseguir un chaleco salvavidas financiero para impedir que miles de ciudadanos terminen ahogados en este naufragio económico.

En la última ejecutiva regional de los socialistas ya han surgido voces preocupadas que alertan de los peligros de la ruptura del pacto de las flores. Porque sin agua solo se puede tener un jardín de cactus. Algunos están interpretando los movimientos locales de Nueva Canarias y la Agrupación Socialista Gomera como el presagio de cosas mayores. Y sostienen que el partido debe valorar la conveniencia de abrirse a un pacto con Coalición Canaria, que garantizaría tres años de estabilidad y serviría para fomentar otros liderazgos en el nacionalismo que le hicieran sombra -en el inmediato futuro- a Fernando Clavijo. Un proyecto irrealizable hoy, porque los socialistas tinerfeños no están dispuestos a dejar entrar a su adversario electoral.

Más allá de las especulaciones de poder, lo que nos espera es preocupante. Estamos en el peor escenario, en el peor momento y en las peores condiciones. Y sin ayuda, Canarias se aboca a una pobreza insoportable.

El recorte

Bienvenidos a la ‘nueva normalidad’. A partir de mañana en Madrid la mascarilla será obligatoria en espacios públicos y habrá cartilla Covid. Un certificado de limpieza de sangre -de cristiano viejo- con el que se podrá acreditar quién ha superado la lepra del siglo XXI (y por lo tanto, quién no). La alegre vida a la española pasará a la historia. Los bares de copas cerrarán, para empezar, a la una y media de la mañana; los dueños de los locales de ocio y restauración tendrán que hacer un registro de los clientes que pasen por su negocio con el carné de identidad en los dientes y se acabaron las parrandas de más de diez personas, aunque sean primos hermanos. La presidenta Díaz Ayuso, del PP, manu militari, toma la senda de la vía dura para garantizar que el virus no se desmande en la villa y corte. Y sintoniza con la mayoría de los madrileños, a quienes no hay nada que les guste más que marcar distancias con Cataluña, donde las cosas se están saliendo del tiesto y el Gobierno autonómico amenaza ya, en diez días, con medidas extremas. Alemania, en la línea de Gran Bretaña -pero selectivamente-, decidió ayer recomendar a sus ciudadanos que no viajen a varias regiones españolas: Aragón, Cataluña y Navarra. Y Galicia, sumándose a la fiesta, ha decidido que los viajeros que lleguen desde cinco comunidades (Aragón, Cataluña, Navarra, País Vasco y La Rioja) deberán facilitar sus datos de contacto. El tren del desastre avanza incontenible. Bienvenidos a la nueva normalidad en el mundo postapocalíptico del coronavirus. Pues sí que está bien la cosa.