Uno entiende que la decisión de Reino Unido de desaconsejar a sus ciudadanos viajar a España (ayer volvió a endurecer su cambiante criterio e incluyó también los viajes a Canarias y Baleares) ha cogido desprevenido a todo el mundo. Probablemente, el primero pillado con las defensas bajas haya sido el propio Fernando Simón, que ayer se descolgó considerando una buena noticia que británicos y belgas no vengan, porque eso "es un problema que nos quitan". Una frase antológica. Por supuesto, Simón debe estar refiriéndose al aspecto epidemiológico del asunto, pero cuando alguien habla para millones de personas, debe entender que las cosas que se dicen pueden ser interpretadas de muy diversas maneras. Lo que pudiera ser una buena noticia desde el punto de vista de la transmisión de la enfermedad es un verdadero drama si consideramos que supone la pérdida de 4.500 millones de euros, la ruina para el país y el desempleo masivo para regiones que viven fundamentalmente del turismo, como Canarias y Baleares. Simón habla mucho -habla sin parar desde hace meses, debería cogerse más vacaciones- y es normal que de vez en cuando se le escape alguna incongruencia. Pero lo que ha dicho no es sólo incongruente. Es una sandez y una frivolidad.

No es la única idiotez que hemos escuchado en estos dos días, en relación con la decisión británica. Pablo Casado, por ejemplo, considera que es fruto de la decisión de Sánchez de permitir a su ministra de Exteriores, González Laya, mantener un encuentro bilateral con el ministro principal de Gibraltar. La verdad es que la política exterior española parece sometida a vaivenes de parvulario, pero Casado mezcla aquí tocino con velocidad: qué tendrá que ver Gibraltar con el hecho innegable de que en Europa observen con pasmo el descontrol español en la contención de la pandemia. El PP tiene el derecho -y la obligación- de hacer oposición al Gobierno de Sánchez, pero al final lo que hace es contribuir a elevar el nivel de inanidad que define la actual política española, y de la que parece no escapar nadie: Rafael Hernando, senador por Almería y exportavoz popular con Mariano Rajoy, ha logrado rebasar el listón de su actual jefe, al censurar la fracasada intentona de Exteriores de convencer al gobierno británico para que dejara fuera de la recomendación maldita a Canarias y Baleares. Hernando dijo que pedir que se levante la cuarentena sólo para Canarias y Baleares "es discriminatorio para la Península, y un parche para tapar su incompetencia (la de Sánchez) al no controlar los rebrotes". Otra monumental tontería. ¿Dónde está la discriminación?

El Gobierno español tiene muchos frentes que atender, y es imposible que todo salga bien, pero este continuo predominio de la política sobre la gestión de los problemas, en una situación de extraordinaria dificultad como la que vivimos, no puede continuar. Aquí no hay nada vencido, nada concluido, nada que permita bajar la guardia. Avergüenza un poco la escalada de declaraciones estúpidas y tonterías disfrazadas de marketing con la que se nos obsequia todos los días. Mientras, tan solo han pasado tres semanas desde que se declaró oficialmente derrotada la pandemia -lo hizo Sánchez el 4 de julio- y lo cierto es que mientras nuestros líderes se entretienen con sus babiecadas, la situación comienza a parecerse a la que teníamos a finales de febrero de este año. Ojalá me equivoque.