Fernando Simón, ese experto que aseguraba que las mascarillas eran absolutamente innecesarias -cuando no había- y que dice hoy que hay que imponer su uso obligatorio -ahora que hay disponibles- ha dicho esta semana que tenemos suerte. Dice que la cuarentena impuesta por el Reino Unido a los viajeros procedentes de España es una buena noticia. “En cierto modo nos favorece porque desincentiva que venga gente del Reino Unido”, aseguró. Y terminó la faena con unas banderillas. Hablando de la recomendación de Bélgica de no viajar a España dijo: “agradezco que recomienden no venir, es un problema que nos quitan”.

Simón es funcionario. O sea, tiene un salario público. Y debe pensar que el dinero de su nómina lo fabrican los gnomos, por las noches, en una impresora oculta bajo una gigantesca seta. Es la única manera en que se puede entender que alguien celebre como una feliz noticia la pérdida de miles de millones de ingresos y el aterrizaje en el paro de millones de trabajadores del sector turístico.

Es absolutamente seguro que sin turistas corremos menos peligro de contagio. Y si estuviésemos todos encerrados en nuestras casas, como en marzo, estaríamos completamente a salvo de cualquier amenaza. Lo que ocurre es que hay que comer. O sea, trabajar. Y una parte importante del PIB de España está basado en la venta de servicios turísticos a más de ochenta y tres millones de personas que eligen nuestro clima, nuestras playas, nuestros restaurantes, nuestros hoteles y nuestros centros de ocio. Y de eso, en concreto, viven casi en exclusiva Canarias y Baleares donde hablar de perder el turismo es equivalente a decretar la pobreza general para toda una sociedad.

Desde la confortable altura de su garantizada columna pública, nuestro Simón Estilita no divisa Canarias. Es un mal general de la meseta, que solo percibe con la mirada los contornos de su ombligo. Por aquí abajo perder cinco millones de turistas británicos no es una buena noticia. Ni siquiera desde el punto de vista sanitario, porque los servicios de salud se mantienen con los impuestos que pagan las actividades económicas. Y porque la pobreza extrema hace que la salud de las familias empeore.

El Gobierno de Canarias no ha logrado lanzar la marca de las islas como un destino diferenciado del territorio peninsular. Llevamos hablando, desde antes del brexit, de la posibilidad de conseguir un estatus especial para las exportaciones canarias. Es pura filfa. Para lo bueno y para lo malo estamos bajo el paraguas de esa España a la que pedimos incesantemente fondos, ayudas y planes especiales, pero de la que nos queremos desmarcar a las primeras de cambio, cuando nos conviene.

Es complicado que Gran Bretaña distinga entre territorios de un país a la hora de tomar medidas. Pero si Canarias quiere tener su propia identidad turística lo primero que tendría que hacer es trabajárselo. Y si no, a llorar al huerto.

El recorte

Cirugía paralizada: una chapuza. Con el dinero que donó Amancio Ortega, propietario de Inditex (Zara), se compraron en Canarias aparatos para operaciones robotizadas. O sea, lo último en tecnología. ¿Saben la diferencia, para un paciente, de operarse de próstata por laparoscopia convencional o con un robot Da Vinci? Pues es la diferencia que media entre tener una vida normal o padecer secuelas para toda la vida (incontinencia urinaria, impotencia, etc). Inicialmente se iban a comprar dos Da Vinci, uno para el HUC y uno para otro hospital de Las Palmas. Pero el resto de los hospitales pusieron el grito en el cielo. Y se compraron cuatro. Ahora resulta que los fungibles de estos robots se han agotado y que no hay partida presupuestaria prevista para reponerlos. Los hospitales que han hecho más operaciones -que han beneficiado a más pacientes, como por ejemplo el HUC en Tenerife- han tenido que suspender las intervenciones. O sea, que los pacientes se han quedado colgados. ¿A qué están esperando en Sanidad para liberar fondos y comprar los complementos que se necesitan para seguir operando? Nadie tiene respuesta. Se pasan la vida hablando de mejorar los servicios públicos de los canarios, pero a la hora de la verdad se producen casos tan lamentables como este.