Leni Riefenstahl demostró la compatibilidad de la virtud artística y la indecencia moral.

Logró hacer del lenguaje cinematográfico un poderoso baluarte de propaganda política; con una nueva concepción de los documentales y movimiento de cámara novedosa y eficaz, conseguía conferir épica y dramatización a los grandes actos de masas, en los que se rendía culto y pleitesía al Führer. Con Goebbels cerca, el éxito estaba asegurado.

Riefenstahl y Goebbels eran lo suficientemente inteligentes para establecer una relación instrumental de la propaganda con la guerra, el holocausto y la política.

Iván Redondo y Pedro Sánchez solo son grotescos comediantes en materia de propaganda y publicidad, pues aun así han logrado disolver la política en mera propaganda. El discurso político ya es algo a intuir, deducir, suponer, trufado además de mentiras y engaños, sintomáticos de poderosas alteraciones psíquicas. De tal forma, remitiéndonos a lo más reciente, es imposible saber qué posiciones defendió Sánchez ante los europeos -salvo poner el cazo-, si lo hizo ante el holandés, ante el conjunto de los frugales o contra el resto de Europa. Según las cifras objetivas, salimos con menos, y que no fuera peor, pudo incluso deberse a los demás, aseguran. El ególatra español se paseaba sin papeles ni mascarilla. Han conseguido hipostasiar incompetencia y vagancia. Iván no es Leni, y organizó un regreso de Pedro Sánchez en la Moncloa falseada y ditirámbica. Incurriendo de nuevo en la actitud efectista y gamberra, hizo que nos fijáramos más en el montaje y escenificación que en cualquier contenido, difundidos a los medios como información. Los nazis en comparación eran doctores (verificables), como Goebbels. Iván no es Leni, ni Lenin y en la espiral de muertes no evitadas, le ponía al doctor Aló Venezuela de ventrílocuo locuaz, a hora la vacuidad.

Antes fue el afán jesuítico como pericia de simulación y desvío, puesta en escena en el nuevo teatro del Valle de los Caídos. Los jesuitas, fuerza de choque de la Contrarreforma, modificaron la liturgia, agigantando los valores escénicos. Según refieren en la iglesia del Gesú de Roma, donde murió San Ignacio de Loyola, el celebrante recorría toda la nave, del fondo al altar, en aras de solemnidad. El gobierno psicótico y gamberro del doctor Sánchez, buscó efectos barrocos y tomas cenitales, pero con cortejos más reducidos para mayor concentración dramática. Con helicópteros y cámaras aéreas. Así como Iván invierte a Leni, coincide con los jesuitas en la búsqueda del puro Espíritu hecho humo: ¡Franco! ¡Un clamor nacional! Otra herencia de Zapatero, ahora estadista del Caribe narco y Hegel del viento-espíritu absoluto. Humo, viento, montajes, mentiras y engaños. La sociedad líquida trascendida.