Ayer fue un día curioso: después de haber anunciado la cancelación de todos sus vuelos a España hasta nueva orden, la touroperadora TUI cambió su decisión, añadiendo una coletilla a su inicial anuncio. Los vuelos se suspenden con la España peninsular (ahora hasta el nueve de agosto), quedando al margen Baleares y Canarias. Lo cierto es que el domingo no funcionaron los vuelos, por lo que en realidad la suspensión ha durado desde el sábado hasta el lunes, afectando a un número reducido de turistas. La medida inicial de TUI respondía a la decisión del gobierno británico de imponer una cuarentena de quince días -con aislamiento domiciliario- a todos los viajeros procedentes de España. La decisión fue anunciada apenas unas horas antes de su entrada en vigor y provocó una auténtica avalancha de quejas entre los turistas británicos afectados. Muchos de ellos se enteraron en el mismo aeropuerto -ya de retorno a sus ciudades- de que tendrían que cumplir cuarentena de forma obligatoria. Entre ellos, el propio ministro de Transportes británico, Grant Shaps, que viajó a España este sábado y tendrá que pasar sus quince días de cuarentena cuando regrese. Para los que aún no habían iniciado su veraneo, el anuncio supone la imposibilidad de realizar unas vacaciones ya programadas y pagadas. El único consuelo es que TUI reembolsará los billetes que no se cambien o reutilicen.

Lo realmente dramático es que la suspensión de los viajes representa en la práctica un golpe de muerte para el turismo español, y es más que probable que tenga también efectos desastrosos para el turismo a las islas. Y no solo el británico. La percepción de que España no está siendo capaz de controlar el rebrote de la epidemia en multitud de lugares, y la certeza de que los gobiernos de países europeos pueden imponer cuarentenas o incluso prohibir los viajes a sus ciudadanos, no es precisamente el mejor acicate para quienes estarían dispuestos a aventurarse a visitar las islas. No se trata solo del gobierno británico: el noruego se ha sumado al de Johnson y ha establecido diez días de cuarentena para todos los pasajeros que vuelvan de España. Bélgica ya ha recomendado no viajar a seis comunidades españolas y ha prohibido visitar Huesca y Lleida. Francia y Alemania han colocado Cataluña en la lista negra ante los nuevos brotes de la pandemia.

Además, a pesar de las gestiones realizadas para dejar a Canarias y Baleares fuera de la suspensión de viajes, lo que no se ha conseguido es que los turistas que visiten las islas no tengan que realizar la cuarentena a su regreso. Realmente, es un dislate que se obligue a los británicos a confinarse durante quince días. Si se establecen corredores aéreos entre Reino Unido y Canarias que eviten las escalas, no tiene sentido que tengan que hacer esta cuarentena: estar en Canarias es más seguro a efectos de posibilidad de resultar contagiado que permanecer en Reino Unido. En Canarias se han producido 120 positivos por cada cien mil habitantes, en Reino Reino Unido fueron 474. Actualmente el número de casos activos en Canarias es de menos de seis por cada cien mil habitantes. Son muchos menos positivos que los que hay en la mayoría de los países europeos, y son, desde luego, menos de los que hay en Reino Unido. Pero la lógica no es necesariamente lo que define las decisiones de los Gobiernos. Julio acaba peor de lo que se esperaba. Y agosto no parece que vaya a ser precisamente mejor