Siempre han existido hombres y mujeres altos. Actualmente el baloncesto está lleno de esos extraordinarios gigantes que nos hacen disfrutar con este juego de destrezas físicas, aciertos y puntería. Ta vez San Cristóbal hubiera sido, de haber nacido en la actualidad, un buen pívot de básquet bol.

Quiero compartir, un poco entre la historia y la leyenda, lo que se dice de aquel hombre de 2 metros 30 centímetros que vivió y murió en el Imperio romano en tiempos del emperador Maximino Daya, allá por el siglo IV. Evidentemente fue, siendo joven, un hombre de armas al servicio de señores que le contrataban. Tras servir en el reino de Canaán, se le ocurrió ir a servir, decía él, "al mayor rey que existiese".

Fue a servir al rey que tenía la reputación de ser el más grandioso pero un día vio que ese rey se santiguaba ante la mención del diablo. Por ello supo que ese rey le tenía miedo al diablo, por lo que partió a buscar al diablo. Él se topó con una banda de merodeadores y uno de ellos le declaró que era el diablo, de modo que Cristóbal decidió servirle. Pero cuando él vio que su nuevo amo se apartaba de la cruz y se dio cuenta de que tenía miedo de Cristo, él le dejó para preguntarle a la gente dónde estaba Cristo.

Conoció a un ermitaño que le instruyó en la fe cristiana. Cristóbal se preguntaba a sí mismo cómo podía servir a Cristo. Cuando el ermitaño le sugirió que se fustigara y rezase, Cristóbal replicó diciendo que él no estaba dispuesto a realizar ese servicio. El ermitaño le sugirió después que, a causa de su tamaño y de su fuerza, podría ayudar a Cristo ayudando a la gente a cruzar un peligroso río donde la gente perecía en el intento. El ermitaño le prometió que ese servicio le complacería a Cristo.

Es ahí donde ya empezamos a conocer su historia extendida entre nosotros y que le hace ser el patrón de los conductores y transportistas. Cuando Cristóbal ya había llevado a cabo ese servicio durante un tiempo, un niño pequeño le pidió que le ayudara a cruzar el río. Durante la travesía, el río creció y el niño parecía tan pesado como el plomo, hasta tal punto que Cristóbal apenas lo podía llevar y se encontraba con una gran dificultad. Cuando finalmente alcanzó el otro lado, le dijo al niño: "Tú me has puesto en el mayor peligro. No creo que el mundo entero sea tan pesado en mis hombros como lo has sido tú". Y el chico respondió: "Tú no solo has tenido en tus hombros el peso del mundo, sino al hombre que lo creó. Yo soy Cristo, tu rey, a quien tú has servido en este oficio".

Hasta aquí la leyenda. Hermosa, sugerente, hasta divertida. Pero hay una verdad enorme subyaciendo tras ella. El servicio a los demás es la forma externa de servir a Dios. Esta es la certeza más honda que tiene en su identidad y en su modelo de acción social Cáritas. Un débil gigante que no consigue hacer cruzar de la vulnerabilidad y la exclusión a los pobres y no atendidos que conviven con nosotros. Consciente de que el peso le sobrepasa, que anega todos los posibles recursos a su disposición que, cuanto más emplea, pareciera que son aún muchos más los necesarios. El peso del servicio al otro es el yugo llevadero del servicio a Dios.

Hoy celebra la ciudad de San Cristóbal de La Laguna la fiesta de su patrón en el día del aniversario de su fundación. San Cristóbal da nombre a la ciudad y da también nombre a nuestra diócesis. Y pensaba que la acción social de Cáritas es inseparable de la misión pastoral de la diócesis en nuestra provincia, entre las personas a las que ha se servir como Cristóbal de Licia.

El peso del mundo y de su autor sobre los hombros de la Caridad.

(*) Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife