Cada vez que las cosas se tuercen, que son muchas, casi cotidianas, el gobierno y UP (lo que queda de este grupo en franca, perdón, descomposición) sacan a pasear a Franco redivivo y a la Monarquía. Están en su derecho de vivir permanentemente en su Cuéntame particular, pero no lo tienen a machacarnos cotidianamente solo para tapar lo que conviene que lo esté, exactamente lo que debería ocupar su tiempo porque es prioritario para la sociedad en su conjunto.

Que UP vea cloacas del Estado y no las huela en sus reuniones plagadas, aunque cada vez menos, de militantes amantes de la represión y de las menudencias con que Iglesias manosea sus denuncias es preocupante por lo que nos toca de tenerlos en el gobierno de un tal Sánchez que pisa Europa con garbo, pero que es despedido sin muchos miramientos a la vista de lo que anuncian sus compañeros de gobierno. Lo sabe, pero insiste en mantener lo que no debe, aunque, cierto es, tampoco le ayuda mucho en la labor de un frente común un PP que no acaba de encontrarse a sí mismo. Ya nos enteraremos todos cuando toque. Y es que sus discursos, que hemos soportado con estoicismo, no los creen en una Europa que no está para retóricas electoralistas y mucho menos para pagarlas. Europa, incluidos los países gobernados por la izquierda, no acaba de entender un gobierno que propaga medidas que van contra lo que esta Europa preconiza, ni en lo extremo de ciertas medidas populistas, ni en los conciertos que aúpan un independentismo que está demostrando los efectos de anteponer las ideologías a los problemas reales.

Ahora, con la que está cayendo y que le llevará a bajar sueldos a funcionarios, sanitarios incluidos y congelar las pensiones, vuelve a la carga para entretenerse y entretenernos con Franco y la Monarquía. Quieren ahora equiparar franquismo y nazismo, cuyas similitudes se parecen como un huevo a una castaña, mientras que parte del gobierno desgobernado hasta que Sánchez quiera ser presidente desconoce que el Parlamento europeo el año pasado equiparó comunismo y nazismo, tildando a ambos regímenes de autoritarios y obligando a todos los países a adoptar, esta vez sí, medidas que recuperaran la memoria de los desmanes causados por ambos sistemas. Y con el voto socialista a favor.

Igualmente insisten en atacar a Juan Carlos, cuya dignidad política es innegable y cuyos posibles errores en materia de dinero opaco, no pueden servir para negarle la grandeza de una obra que fue esencial para traer la democracia a este país. Presunción de inocencia, primero y justicia, incluso histórica, después. ¿O es que acaso solo hay memoria y justicia histórica para quienes así lo decidan los que siguen siendo tuertos y solo ven una parte de la historia?. Esta izquierda de chirigota y de radicalidad dominguera, saciada y anestesiada con sillones cuando los alcanza, no puede, otra vez, caer en la Inquisición y transmitir las responsabilidades de padres a hijos, las penales y las morales. Vaya a ser que muchos de estos resuciten a sus ancestros con boina roja, que los hay a mansalva y la liemos. La pureza de sangre y los ocho apellidos son muy traicioneros.

Vamos a dejarnos de Franco y de Juan Carlos y afrontar el futuro, sin taparlo con juegos malabares que tan poco ofrecen para la vida cotidiana. Vamos a afrontar lo que se nos viene encima, que ya presenta síntomas graves y aparcar el divertimento, la retirada de nombres de calles de los escandalizados que adoran a sus dictadores y los proclaman sin rubor. Y que UP asuma que ha de enfrentar sus miserias, de haberlas, porque hasta que la Justicia no hable, yo no las afirmo.

Y vamos a dejar a la Justicia que actúe, condene o absuelva y por las vías y mecanismos establecidos y con respeto a los derechos fundamentales. La verdad es cosa relativa y siempre compleja salvo para quienes condenan a ojo y conforme a la adscripción de los culpables de nacimiento. La verdad, como ha sostenido el Tribunal Constitucional español no se pude obtener a cualquier precio y sobre todo no a costa de los derechos humanos, que no son solo propiedad de los tan cacareados desiguales, sino también de los presuntamente iguales, cada vez menos porque no les alcanza la discriminación positiva, sinónimo muchas veces de compra de votos, favores y glorias. Proclamar búsquedas de la verdad sin someterse a los mecanismos legales y constitucionales no es digno de encomio, sino de reproche y censura.

Piensen en cómo manejar la crisis sanitaria sin confinar a una sociedad que está sufriendo los efectos económicos de confinamientos imposibles de sostener y que traen miseria, paro y hambre. Piensen de dónde sacan los medios para fortalecer un sistema sanitario débil, sin medios y ahogado con propuestas de universalidad sin recursos para afrontarla. No mientan culpando a la sanidad privada. Su obligación es la pública, que no padece porque haya otra. No falten a la verdad para ocultar sus deficiencias con retórica.

Y piensen en los negocios cerrados, en el paro que se anuncia desenfrenado. No estamos a tiempo para remediar lo hecho, pero sí para no ahondar en un drama que pagarán nuestros hijos, endeudados para dos generaciones. Ya lo han pagado los mayores. Estos no tienen remedio, pero estamos a tiempo de evitar cegar el futuro a los jóvenes.

(*) Catedrático de Derecho procesal