Manuela Armas, flamante consejera de Educación del Gobierno de Canarias, se vio obligada ayer a desdecirse de una información adelantada anteayer por ella misma, en la que aseguraba la inminente incorporación de 3.300 nuevos docentes contratados específicamente para hacer frente en las aulas a los problemas derivados de la pandemia. Armas pensaba contratar 800 maestros de Infantil y Primaria y otros 2.500 profesores en Secundaria y Bachillerato. Se trataba de reforzar con ese pequeño ejército la Consejería para hacer frente al inicio del próximo curso, después de meses de ausencia total de actividad presencial en las aulas. Por desgracia, la consejera tuvo ayer que desdecirse: el presidente del Gobierno le recordó que no hay dinero para pagar una fiesta tan grande: Canarias recibirá apenas 90 millones de euros para destinar a Educación, dentro del reparto de dos mil millones dedicados a ese fin, y que el Gobierno Sánchez ha anunciado estar dispuesto a aportar. Con 90 millones, dedicando hasta el último euro a contrataciones no pasarían de dos mil los docentes contratados.

La noticia de este recorte ha sentado como un jarro de agua fría entre los profesionales de la Educación y las asociaciones de padres de alumnos. La consejera ha explicado que su departamento está realizando un trabajo de análisis de los desdoblamientos necesarios en los centros para saber si será posible garantizar la distancia de seguridad entre escolares, tirando de los recursos que lleguen. Eso está muy bien, pero uno supone que eso fue precisamente lo que se hizo antes de concluir que hacía falta contratar a 3.300 docentes más de los que ya hay.

Pero es que, además, aumentar el número de profesores no es el único problema al que se enfrenta la Consejería: las decisiones adoptadas para evitar la aglomeración de los chicos en los comedores, van a suponer también un encarecimiento muy importante de la logística de los centros, con los chicos comiendo en sus pupitres por turnos diferenciados, y obligando a una limpieza suplementaria. Todo eso va a costar más, y aún no sabemos qué diablos va a ocurrir cuando centenares de miles de chicos acudan a clase, si van a funcionar los proyectos de crear burbujas relacionales, si los centros serán capaces de evitar los contagios y su expansión€ Lo único seguro es que ocurra lo que ocurra, la intención es mantener los centros abiertos contra viento y marea.

Se dice que una segunda ola, si fuera muy virulenta, podría llevar a confinamientos por grupos de edad, territorios o sectores, pero que la prioridad va a ser mantener funcionando el proceso de producción y de prestación de servicios, porque ya no hay medios públicos para poder sostener una economía parada. En ese caso, si la tendencia es la que apunta la escalada de rebrotes que se están produciendo en España y Europa, las personas mayores serán las primeras confinadas. Para evitarles la exposición al contagio, no podrán ocuparse de atender a los más pequeños, y tampoco podrán hacerlo padres y madres con trabajo. Si falla Educación, muchas otras cosas puede saltar por los aires. A Manuela Armas le ha tocado bailar con la más fea. El Gobierno haría bien en poner toda la carne en el asador para que Educación gane la parte que le toca de esta pelea el próximo curso.