Es su oportunidad. No pueden callar frente a las tropelías de una sociedad injusta y abolicionista que no soporta más sufrimiento animal. Réquiem por un torero español para pedir por la costumbre más castiza, porque vivimos un dramático episodio en pleno siglo XXI en este pueblo llamado España que castiga a la tradición cultural por antonomasia: la tauromaquia. Humildes toreros, sobrios y sencillos en vida de recogimiento, creyentes y amantes de la naturaleza. Dicen que una hora es el tiempo que aproximadamente tarda un torero en vestirse al completo. Una misa de menos de sesenta minutos es suficiente para conmutar la pena por insertar el estoque en el lomo del morlaco y acariciarlo con afiladas picas de dos metros. La puntilla es para que el animal no sufra. En los toros no tenemos espectáculo si no hay muerte, pero dicen algunos lidiadores que cuando ves la cara de la gente llorando para pedir el indulto, es lo más grande que puedes vivir como torero. Para el matador, hay ocasiones en las que el animal se entrega tanto a la exhibición que no merece la muerte. Qué decir de su contribución a España, de sobra conocida, con imágenes tan célebres como las del intelectual de Juan José Padilla en la plaza de toros de Villacarrillo (Jaén) envuelto con una bandera franquista. O nuestro mediático Fran Rivera, analista político a tiempo completo, mostrando con júbilo las insignias preconstitucionales y de referencias al dictador en un bar franquista de Ávila. El nacionalismo del torero es un valor añadido a nuestra marca España y a una industria underground que genera más de 1.600 millones al año. Si hasta Carlos III quiso abolir la tauromaquia y no le dejaron. Sin embargo, en Canarias disfrutamos de una prohibición que se remonta a la ley canaria de Protección de Animales, aprobada en 1991, que descartó los espectáculos sangrientos con animales, entre ellos las corridas de toros, siendo la primera en dar ejemplo. En este contexto de persecución al mundo de la tauromaquia, emerge la figura del Che Guevara patrio, referente cultural y académico, Cayetano Rivera, rogando que el Gobierno tenga en cuenta la complicada situación que está atravesando su sector. Cayetano Rivera se dejó ver en la manifestación que el mundo de la tauromaquia convocó a las puertas del Ministerio de Trabajo para protestar por la “discriminación” en el reparto de ayudas por la crisis de la Covid-19. En una imagen pintoresca, propia de los tiempos de Valle-Inclán, untados en patrico, lucían su cultura ataviados con esas camisas de economato Ralph Lauren. En su noble protesta clamaban contra los desahucios y exigían la renta básica para que las familias con menos recursos puedan vivir. Eso es patriotismo del de verdad. Lanzaron un mensaje de auxilio aquellos que hasta hace poco recibían más de 70 millones en subvenciones, aquellos que tildaban de paguita a la dignidad. La mani fue un fracaso, pero no pasa nada, vuelta al palacete de 1,6 millones, unas oraciones a San Pedro Regalado y todo solucionado. Es el momento del réquiem por un torero español, de reivindicar para que los infantes puedan seguir matando a sus toros y que la industria no pierda dinero. Réquiem por un torero español en una situación donde la crisis del coronavirus y la proclamación del estado de alarma llegaron en España justo cuando la temporada taurina iba a dar comienzo, con unas consecuencias complicadas para este sector. Réquiem para pedir subvenciones y continuar con el espectáculo terrorífico de miles de morbosos viendo en una plaza cómo hacen sufrir a un animal, porque el toreo es tradición y cultura. Enrique Ponce, recordándonos a los pregoneros castellanos del siglo XVII, defendió en una concentración en la Plaza Mayor de Salamanca que el mundo del toro es “la cultura de un pueblo libre que celebra la vida alrededor de un animal mitológico, con ritos milenarios que nuestra cultura latina ha sabido preservar; nuevos poderosos, en nuevos tribunales de inquisición, pretenden de nuevo prohibirnos”. Avanzaremos, y dentro de unos años, nos costará entender cómo, en algún momento, no ayudamos a Carlos III a prohibir las corridas de toros.

@luisfeblesc