Esa famosa frase del conde Lucanor a su consejero Patronio: “Vísteme despacio que tengo prisa”, no sirve en el siglo XXI, y menos en medio de una pandemia que ha tenido un impacto económico mucho más grande de lo esperado, con unas caídas bursátiles en torno al 35%, y con más de seiscientos mil muertos a nivel mundial, de los cuales al menos 28.420 eran compatriotas. Y aunque a nivel económico siempre habrá algún idiota que piense: “¡Bueno son las bolsas, que se aguanten!”, no se dan cuenta de que si los mercados financieros se constipan, las empresas consiguen una peor financiación, empiezan a echar el cerrojo y a los sindicatos les entra el caguele. Porque entonces pueden hablar de paz social o del sursum corda, que da igual: el trabajo se destruye, los trabajadores pierden sus empleos y empieza de nuevo la crisis del 29, con colas ingentes de pobres empobrecidos en busca de un mendrugo que llevar a la boca. Teniendo en cuenta estos preceptos, que indican que estamos en una situación de emergencia nacional con carácter internacional, si tuviera que analizar la respuesta de la ciencia y tecnología españolas contra la pandemia, la tacharía de muy deficiente. Explicaré mi punto de vista, que va en contra de la visión propagandista que intenta inculcar el pensamiento Alicia: “los españoles hemos sido los reyes del mambo”. Más bien lo contrario.

Las universidades españolas se aletargaron como si el problema no fuese con ellas y se dedicaron a improvisar una docencia online, donde las únicas soluciones tecnológicas que se esgrimieron fueron Teams, Zoom y Moodle. Se hizo lo que se pudo, porque no estábamos preparados. Y lo malo es que llegará septiembre y seguiremos sin estarlo porque el sistema actual colapsará y no existirán medios habilitados para grabar las clases y colgarlas en el campus virtual. El retraso es histórico. La docencia online es un mercado diferente que hay que explotar profesionalmente. Lo que ocurrirá en colegios e institutos prefiero ni pensarlo. ¿Cómo puede funcionar un país con la población infantil y juvenil recluida? ¿Cómo se arreglarán las familias que tienen que trabajar en condiciones de pandemia? El ministerio de Igualdad debería centrar ahí su principal objetivo, para que las mujeres no se vean obligadas a renunciar a sus empleos para cuidar a sus familias.

En cuanto a los diferentes entes autónomos de salud pública, creo que son el único organismo público que no hace públicos sus datos y dictámenes sobre la salud. Y aún no queriendo alarmar, alarman, porque estos datos atañen a los ciudadanos y no al gobierno de turno. Una gran dosis de glasnost es lo que se necesita. ¿Quién será el Gorbachev de la salud pública española? He quedado alucinado por el retraso y el desconocimiento existente sobre los modelos matemáticos de predicción de pandemias. Solo he visto un modelo un tanto avanzado en el Instituto Andaluz de Salud Pública. La OMS estuvo de vacaciones. Solo algunas universidades de parangón se arriesgaron a hacer predicciones sobre una pandemia que ya debería estar analizada con lo que ocurría en Italia. No volveré a analizar las ridículas declaraciones del señor Simón naufragando en la ignorancia. El descrédito es lo peor que puede acontecer a un científico. No sé si él se considera como tal. A mí me hubiese caído la cara de vergüenza. Solo añadir que a principios del mes de marzo, ningún modelo fue capaz de predecir lo que ocurriría en España y de anticipar las necesidades sanitarias. El CNI también hizo un sonado ridículo al no anticipar como gran alarma nacional lo que estaba ocurriendo en China y en Italia. Las empresas del Ibex-35 recibieron una buena corrección al no ser capaces de prever lo que se les venía encima. Es grotesco que haya tanto en juego y que no haya un sistema avanzado de alerta nacional. Historias típicas de Torrente. Es como si la contabilidad de un gran banco la llevase el botones Sacarino …

A nivel hospitalario tampoco hubo grandes hitos en el uso de métodos avanzados de diagnóstico precoz. Por ejemplo el uso de técnicas de inteligencia artificial para la interpretación avanzada de radiografías de pulmón, que aligeraría la carga de trabajo y mejoraría claramente el diagnóstico; o el uso de la tos o de la respiración para el diagnóstico precoz de los infectados; o el tratamiento de los datos médicos de infectados severos y de fallecidos para optimizar el tratamiento; o la mejora del grado de eficacia de los test rápidos, disminuyendo los falsos positivos y negativos. A diferencia de muchos países de nuestro entorno, nada de esto se hizo y se podría haber hecho. Ideas que recibieron la callada por respuesta. Estas técnicas para muchos hospitales españoles son ciencia ficción. Se anunciaron a bombo y platillo varias vacunas made in Spain. Se dijo que serían las mejores. Nothing yet! En su lugar, la empresa americana Moderna sacó rápidamente una vacuna que ha mostrado resultados positivos. En situaciones de alarma lo óptimo es enemigo de lo bueno. Se deberían haber abierto los centros de investigación en lugar de cerrarlos, y privilegiado el reposicionamiento de fármacos, la medicina de guerra. Pero estas técnicas son chino para la mayoría de los hospitales. Así, se han encontrado fármacos ya aceptados cuya eficacia es remarcable. El último Avifavir, un fármaco ruso cuya eficacia es del 90%. Sé fehacientemente que en la desesperación muchos médicos ensayaron diferentes medicamentos en pacientes graves. La pena es que no se haya hecho siguiendo el estado del arte. La vacuna será bienvenida cuando llegue, si llega. Solo se llega mucho más rápido al abismo.

Está claro que el covid-19 no es sólo un virus respiratorio, dado que afecta a diferentes funciones vitales, como el sistema neurológico y cardiovascular. ¿Por qué no se hicieron análisis genéticos para diferenciar a los pacientes con respuesta inmune severa, y que desarrollarían la famosa lluvia de citoquinas? La razón es la siguiente: money. La investigación traslacional de calidad en nuestro país es altamente deficitaria o inexistente. Los hospitales pagan programas para almacenar datos, que luego no explotan, porque, obviamente, es complicado, y los médicos están absorbidos por la labor asistencial… Como punto positivo, la entrega y pasión con la que nuestros sanitarios han intentado paliar todas estas deficiencias. Esto también es generalizable a otros estamentos que han mantenido el país en pie.

A los que fuimos seguidores de Pink Floyd, nos entristeció cuando anunciaron el 21 de marzo de 1983 que Final Cut sería su último álbum, antes de disolverse como banda. Este disco fue un réquiem por el sueño de la postguerra. Este artículo también es un punto final de la postpandemia, aún en ciernes. Con él me he exorcizado. Aunque ahora se habla mucho de la postverdad, llegará un momento que habrá que hablar más bien de la postmentira. Toda una generación, tristemente desaparecida, se lo merece. Yo nunca creí que éramos los mejores. Solo se aprende si se reconocen los errores, pero en este caso es imposible. Morirán con las botas puestas.

En realidades ciertas os podéis confiar, mas de las fantasías os debéis alejar. ¡Amén!

(*) Catedrático del departamento de Matemáticas