Un elemento característico de la monarquía consiste en que el casting es sencillo y no requiere concurso de méritos. El mecanismo de sucesión también es simple, como arrancar a Excalibur de las entrañas de la roca, o ser el resultado de alguna reinstauración de corte castrense. A partir de ahí, la herencia se instala en el lugar que debería ocupar la democracia. De esta forma, el mito fundador se impone a la inteligencia o a la moralidad de los actores. Gracias a Shakespeare sabemos que a los príncipes les chulean las brujas, como a Macbeth, y por la noche se les aparecen los fantasmas de la memoria, como a Hamlet. Puede que lo hagan para exigir el pago de las deudas o por deseo de venganza. En el caso de los monarcas contemporáneos de cercanías, a quienes se les pueden aparecer las amantes agradecidas y los inspectores de Hacienda. Una vez escribí que, en este país, los reyes únicamente hacen tres discursos. En el primero, aceptan la responsabilidad y juran los principios de quien les nombra. En el segundo, después de haber agitado las medallas frente a la tropa, hacen como que nos salvan la vida. En el último, a punto de caer el telón, anuncian su retirada. Entre medias, van dando pinceladas de ingenio. Cuando era príncipe, Juan Carlos de Borbón solía recorrer los colegios mayores de la capital para hablar con los universitarios de su generación. Una vez que se le hacía tarde, en un alarde de comicidad, dijo "me voy para casa, no sea que Sofía me esté poniendo los cuernos", lo cual fue muy reído por la concurrencia. Cuando se observa la evolución del gesto del rey emérito puede que se aprecie la incontrovertible potencia de la genética, especialmente la que se refresca poco. Aquel joven rey, al que muchos auguraban un reinado de corta duración, exhibía por entonces el semblante de alguien un poco asustado, como de no saber exactamente qué hacía allí, pero se cuadraba correctamente ante los mandos. En la madurez, su rostro fue adquiriendo ese aire campechano que le dio celebridad. Ya entrando en el crepúsculo, en esa época en que comienza a preparar su jubilación para retirarse a tierras más soleadas, su faz va tomando un aire pícaro, y hasta parece que nos guiña un ojo con complicidad. No cabe duda de que en lo que se refiere al emérito ha habido un efectivo pacto de silencio, aunque los rumores sobre sus devaneos y su presunta carrera como comisionista de éxito estaban ahí. Fue una perspicaz periodista de derechas, miembro de la Obra y con excelentes fuentes de información en el estamento militar, quien se atrevió a hablar sobre su papel en el 23F, más allá del guión oficial. Tal vez podríamos comenzar a responder, con serenidad, a dos preguntas: si la institución monárquica tiene utilidad para la convivencia, y si tiene respaldo. Dependiendo de las respuestas aún cabría -o no- una tercera: ¿de qué manera actualizar la puesta en escena?