Tal y como se había pronosticado, en las elecciones de Euskadi y de Galicia se impusieron por amplio margen las opciones de derechas. En Euskadi ganó cómodamente el PNV, es decir, la derecha nacionalista, de fuerte base social católica, que regresó del exilio republicano para ser la fuerza preponderante en la democracia. Y en Galicia ganó por goleada el PP que fundó un exministro franquista, Manuel Fraga, para integrar en ese mismo sistema a un importante porcentaje de la derecha que había apoyado a la dictadura. Eso explica (en parte claro está) que, mientras en Euskadi el PSOE pueda poner alfombra roja a Urkullu para que continúe gobernando sin que se le caigan los anillos, en cambio Nuñez Feijóo haya precisado de alcanzar mayoría absoluta para presidir la Xunta. ¿Quiere esto decir que la filiación franquista de muchos de los votantes del PP es una especie de pecado original que limita gravemente el juego parlamentario e impide la formación de otras mayorías? No sabría contestar esa interrogante. Pocos días antes de la cita con las urnas esa misma pregunta la formuló Nuñez Feijóo al especular sobre los beneficios que representaría un pacto de gobierno como el que se da en Alemania entre democratacristianos y socialdemócratas. A España le iría muy bien con un gobierno a la alemana", dijo Nuñez Feijoo. "Que bien nos iría -insistió- si el PSOE volviera a ser un partido socialdemócrata y pudiese pactar con otro reformista de centroderecha". No obstante, la pregunta era retórica porque le constaba que tanto en la dirección del PP como en la dirección del PSOE no hay voluntad de llegar a ese hipotético acuerdo. Mientras eso llega, que tardará, salvo que la pandemia se ponga totalmente fuera de control, los politólogos se entretienen especulando sobre el destacado papel que cumple ejercer a Nuñez Feijóo en la escala de mando del PP. En estos momentos, muy por encima del que corresponde al presidente Casado, lo que no deja de ser un peligro para la estabilidad del propio partido. Y más aún cuando la ultima mayoría absoluta se ha logrado ocultando en los carteles las siglas del PP mientras se agigantaba la imagen del candidato. Un episodio de culto a la personalidad que ni siquiera se hubiera permitido Fraga Iribarne. Ahora, con el formidable respaldo alcanzado, el señor Feijóo, que todavía está en edad de aspirar a más altos destinos, puede esperar tranquilamente en su fortaleza gallega el desarrollo de los acontecimientos. Y hasta que algún día lo llamen desde Madrid para ocupar la presidencia del PP, como antes hicieron Fraga y Rajoy. Por cierto, otros dos gallegos.