Llega el verano, y con él las vacaciones tan esperadas, y entre otros proyectos queremos ver cumplido nuestro deseo de disfrutar de la lectura que no hemos podido satisfacer el resto del año, y entonces los libros se convierten en compañeros inseparables, en amigos que no son para pasearlos sino para leerlos. Y así regresamos transformados, no solo por las cañitas, cortaditos, vinos, taperío, amores y desamores, el campo o la playa, también por esos libros que hemos leído, nuevos amigos que además de incorporar a la biblioteca, nunca nos abandonarán.

Entre tanta literatura, una opción acertada puede ser la médica, que la hay para todos los gustos, pero en general siempre impregnada de dos matices, amor y dolor. En general los médicos, cuando llegan las vacaciones, preferimos leer cualquier cosa menos medicina, pero ello no quita que hoy recomiende algunos libros de literatura médica. Y viene a mi memoria un clásico de mi juventud, Cuerpos y almas, publicado en 1943 por Maxence van der Meersch, cuyo protagonista, Michel Doutreval, un joven médico francés que comienza a ejercer en los años 30 en el Hospital Universitario de l'Égalité, perteneciente a una ilustre familia de médicos, rompe, sin embargo, con los cánones tradicionales y se casa con una pobre joven enferma de tuberculosis. La novela narra con sorprendente naturalidad el corporativismo médico y su deshumanización, y en ella el autor se adelanta en décadas a temas tan complicados como el control de la natalidad, el aborto o los conflictos de intereses con la industria farmacéutica.

Como libro de humor sugiero La casa de Dios (1978), de Samuel Shem, novela divertida y crítica con la medicina y los médicos, una sátira sobre los horrores y absurdos de la medicina, donde los residentes de primer año del Hospital Beth Israel (Harvard) se enfrentan a la responsabilidad de tratar pacientes en una medicina deshumanizada.

En El árbol de la ciencia (1911), del médico y escritor Pío Baroja, Andrés Hurtado es un estudiante de medicina de la Universidad de Madrid, inicialmente con muchas expectativas, pero cuando descubre la mediocridad y corrupción universitaria se va desanimando, y tras licenciarse marcha a ejercer en un pueblo de La Mancha en una sociedad tradicionalista y absurda, mostrando la penosa situación del campesinado (caciquismo, ignorancia, oscurantismo, conformismo), y expresando magistralmente su pesimismo existencial.

La montaña mágica (1924), de Thomas Mann, cuenta la historia de Hans Castorp, que acude al Sanatorio Internacional Berghof, en los Alpes suizos, para visitar a su primo Joachim Ziemssen, internado desde hace cinco años por tuberculosis, descubriendo un escenario perfecto para conocer la vida interior de los protagonistas, sus relaciones, y, muy especialmente, cómo son los sanitarios y el poder que tienen. Si disfrutas con esta obra, puedes continuar con la segunda novela de Camilo José Cela, Pabellón de reposo (1943), escrita por el premio Nobel tras dos largas estancias en el sanatorio antituberculoso de Hoyo de Manzanares, narrando las vivencias de siete enfermos.

Ante todo, no hagas daño (2015), recoge las memorias del neurocirujano británico Henry Marsh, tras años de trabajo en el Hospital St. George, en Londres, y en Europa del Este ayudando al progreso de la neurocirugía. En sus memorias describe la compleja toma de decisiones del ejercicio médico, y cómo hay que sopesar los enormes riesgos con las posibles ventajas, algo que no siempre se calibra adecuadamente.

En Sinuhé el egipcio (1945), Mika Waltari escribe las memorias de un pobre huérfano encontrado en un barco de cañas en el Nilo que se hace médico y salva la vida del faraón Akenatón (1372 a.C.), por lo que es nombrado médico de la corte, viajando por oriente y el mediterráneo relacionándose con diversos pueblos y civilizaciones, pasando por todo tipo de desventuras. En El siglo de los cirujanos, Jürgen Thorwald narra la historia de la cirugía desde 1846, en que se descubre la anestesia. El médico (1986), de Noah Gordon, se ha consolidado como novela histórica, y si queremos pasarlo bien, leamos al mejor escritor de aventuras, el médico Sir Arthur Conan Doyle, autor de Estudio en escarlata (1890), donde el doctor John H. Watson es un personaje ficticio que asiste a Sherlock Holmes. Así que, amables lectores, ¡disfruten del verano€ leyendo!