Hemos pasado la pandemia de este Covid-19, conviviendo aún con el virus activo, sin vacuna, ni con una medicación específica, y con el aviso institucional de que en cualquier momento puede decretarse otra alarma o confinamiento.

Se escuchan algunas medidas en Madrid, Cataluña o Galicia, confinando ciudades o comarcas enteras, generalmente por un foco producido por la insolidaridad y relajación de las recomendaciones de distancia, o hábitos insalubres, que producen miedo e incertidumbre en personas y empresas.

Un nuevo confinamiento masivo podría coincidir con los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre, con los mismos riesgos sanitarios de incapacidad para tratar a los pacientes y con la pérdida de ventas de la temporada de invierno, navidad y reyes en comercio turismo y hostelería.

Aquí no cabe relajación alguna. Aquí se necesita una mano firme que convierta las recomendaciones en obligaciones y acometa una inversión urgente en medios e infraestructuras sanitarias, temporales o definitivas.

Hay una serie de pequeños movimientos que podemos ir haciendo para impulsar las cosas más importantes, pues primero tenemos que prever y detectar los cambios (buenos y malos) y luego dotar los fondos necesarios para potenciar o solucionarlos para hacer realidad las oportunidades que se presenten.

Hacerlo todo de una sola vez no es síntoma de éxito. Ni tan siquiera de estar haciendo lo correcto, por aquello de anteponer lo urgente a lo necesario.

La administración pública, que no tiene suficiente capacidad para afrontar definitivamente el teletrabajo junto a la eficiencia en el trabajo, no tiene tiempo de analizar, por sí misma, datos y tomar decisiones a corto plazo, por lo cual tiene que dialogar y escuchar la experiencia de otros países así como de los especialistas sociales y económicos del propio, que son los que más afectados están y los que más conocen las necesidades que hay que aminorar para que el tejido empresarial no deje de ser viable.

Tenemos que hacer un esfuerzo para adelantarnos a las preguntas y necesidades que detectan las empresas y familias.

Con esa potencialidad minimizamos el riego de error para buscar soluciones que generen confianza en la sociedad en general y en la economía en particular.

Preguntarse qué será de nuestra tierra dentro de 20 años y que podemos hacer en los próximos 6 meses para acercarnos o alejarnos de esa posibilidad, podría ser un buen comienzo.