Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Esto es lo que dice la canción. Y de lo que hablamos. También, en lo que pensamos constantemente. Respecto a la salud, la primera por cierto nos tiene fritos en los momentos actuales. Aparte de que cada uno carga con la suya, la pública, no está pasando por sus mejores momentos ¿Y el dinero? Otro tanto de lo mismo. Crisis, cartillas de ahorro en números rojos€. Demasiado triste para seguir hablando de ello. Pero el amor€ ¡Ay el amor! Me encanta hablar de él. Pero también está en crisis. Por eso, hoy me apetece centrarme en la amistad. Que también tiene que ver con el amor. El amor de amigos, ese tipo de relación que no necesita papeles, ritos, ceremonias ni juramentos de eternidad. Sin embargo, son imprescindibles en la vida de cualquiera de nosotros. Es más, posiblemente, una de las intensas delicias que nos consiente el destino, es la compañía de un buen amigo o amiga. Porque, la amistad, no solo implica comprender y respetar a esa persona, muchas veces radicalmente opuesta a nosotros; también consiste en contarle nuestras íntimas confidencias, en compartir inolvidables tardes de compras y noches de diversión, en intercambiar libros, revistas y discusiones enriquecedoras y en desahogar mutuamente todas esas penas y contratiempos que, de vez en cuando, embargan la vida, aliviando tristezas, escuchando problemas y escondiendo secretos en una parcela del corazón. Porque, esas personas, amigas o amigos, son una extensión de lo familiar. Y son la nosoledad, los que llenan el vacío que todos sufrimos en determinados momentos de la vida. Posiblemente, si nos detuviéramos a pensarlo por unos momentos, la colocaríamos por encima del amor. Porque todos necesitamos amigos y amigas. Pero, sobre todo, un amigo o una amiga íntimos que, cuando son de verdad, siempre están ahí, dispuestos a atenderte, sin cansancio, sin aburrimiento, sin prisas. Sobre todo sin prisas. Por todo ello, quizás deberíamos prestar mucha atención a la selección y cuidado de los buenos amigos. Y es que, aunque son fruto de un momento, de una circunstancia, de una época y de una situación determinada, se pueden mantener durante toda la vida. Eso sí, si te muestras incondicional con ellos. Y riegas esa unión con respeto y cariño. Entonces, la compensación se traducirá al instante en alegría y satisfacción, ingredientes, por otra parte, fundamentales para el cuidado de la salud.