El pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife decidió ayer, como estaba previsto, dar por tramitada y cumplida la expulsión de Evelyn Alonso por su partido y pasarla al grupo de no adscritos, lo que implica que la nueva concejala no podrá tener dedicación exclusiva ni cobrar por su trabajo más allá de dietas de asistencia, al menos hasta que los tribunales de Justicia se pronuncien sobre la denuncia que ha presentado. Si aplican el mismo criterio que aplicaron hace un año a la concejal Zambudio, es probable que a Evelyn Alonso le suspendan cautelarmente esta fulminante expulsión. Si así fuera todo el esfuerzo de Cuadrado por ponerla de patas en la calle habría sido en vano. Y si así no fuera también: la concejal ha dicho por ahí que le importa un bledo que no le paguen, que a ella no la compran con un sueldo y unos cuantos cargos, como a otras, ejem.

La concejal Alonso no asistió ayer al pleno, según dijo por problemas personales. Por problemas personales con su partido, opino yo. Doña Evelyn probablemente intenta evitar que prosperen los denodados esfuerzos de Cuadrado por notificarle la expulsión antes de que se produzca la censura, y como Cuadrado no para el hombre de hacer declaraciones y mandar burofax a cualquier lugar donde suponga que va a estar su concejal díscola, pues se la pasan jugando al ratón y el gato. Dejarán probablemente de hacerlo a partir del lunes. Mientras, Cuadrado le envía sus requiebros al grupo municipal, lo que tiene su gracia: porque la recepción del burofax la certifica la secretaria de la señora Zambudio. Y mientras, Cuadrado se despiporra haciendo declaraciones sobre el transfuguismo como grave corrupción y convocando con el PSOE reuniones del pacto antitránsfugas, al parecer para refrendar los mismos acuerdos que los grupos municipales del PSOE y Ciudadanos se negaron a suscribir hace un año, cuando la oposición chicharrera les pidió que lo hicieran. Es lo que tiene la política, que lo que ayer no valía hoy vale y viceversa. A la reunión sobre tránsfugas, por cierto, no acude el PP nacional, según dicen ellos porque están muy ocupados con la campaña electoral del País Vasco y Galicia. Han jurado que la próxima semana lo miran con más calma. Es cinismo en estado superlativo: será después de haber resuelto lo de Santa Cruz. El mismo cinismo que descalificar la moción de censura como procedimiento: lo contempla la Constitución, y en este caso pretende convertir en alcalde al más votado. Parece por lo menos tan legítimo como montar una moción de censura para convertir en presidente al que menos votos tenía, como hizo Pedro Sánchez.

Mientras, la concejal Zambudio es presentada por el partido como la mismísima encarnación de la lealtad. Tanto que ya es un secreto a voces que el juicio contra ella, todavía hoy expulsada por su partido, si se celebra en tiempo y forma será sin los testigos previstos -Teresa Berástegui, Vidina Espino y Guillermo Díaz Guerra- que no han sido siquiera convocados. Nadie se explica por qué Cuadrado y Espejo han pasado a ser los palanganeros del transfuguismo de antes y al mismo tiempo los arietes del de ahora. Pero todas estas idas y vueltas han convertido Ciudadanos es un partido de lo más curioso, un partido que expulsa a sus concejales por votar con Podemos y también por votar contra Podemos. Un partido que expulsa a sus afiliados por hacer una cosa y también por hacer la contraria. O sea, un partido que expulsa a todos por cualquier motivo.