Algo se ha roto en el orden natural. Porque estoy de acuerdo con Pablo Iglesias. O sea, el ne va plus. Pero resulta que tiene razón. Claro que se puede uno meter con los medios de comunicación. Y por supuesto que se puede criticar a los periodistas y señalarles con la zarpa. Y, ya si eso, ponerte de macho alfa y decir que vas a darles una manada de hostias por estar todo el día dale que pego jeringando al personal.

Lo que pasa es que además de tener razón, Iglesias está practicando uno de sus viejos trucos de ilusionismo político. Porque es un mago extraordinario. Nada por aquí, nada por allá y ¡zas! Un chalé en Galapagar. Que hablen de mí, aunque sea mal. De igual manera que la prensa liberal norteamericana le hizo gratis la mayor campaña de publicidad a Donald Trump, porque lo odiaban, los medios de este país se la hicieron a aquel profesor universitario marxista leninista que echó unos polvos -mágicos- y creó de la nada un partido político que le llevó hasta La Moncloa. Mucho rollo pero no hay un político español con una trayectoria de tanto éxito en lo personal y en lo púbico; digo público. Cuando entra Iglesias en el Congreso deberían ponerle aquella vieja canción que decía: “Ya llega Gigi el amoroso”. Su himno.

Como resulta que estamos de elecciones en Galicia y el País Vasco, el líder de Podemos ha metido el dedo por el delicado recto de los medios de comunicación. Porque le tenían ya un poquito cabreado. Lo de la historia de la tarjeta SIM del móvil de una estrecha colaboradora -a este hombre lo van a perder las compañeras de partido- es como una historia para no dormir. Se supone que le roban el móvil a la piba, que lo desbloquean y que además de fotos íntimas -imaginen de quién- hay mensajes e información relativa al partido Unidas Podemos. Y esa información es la que en parte manejan “las cloacas del Estado” para perjudicarle. Lo que pasa es que Iglesias recuperó la tarjeta SIM, porque se la dio un preboste de Antena 3 (toma Pablo, nosotros no publicamos estas fotos tan personales) se la guardó en su poder un año y se la entregó a su colaboradora pasado ese tiempo y quemada. O sea, rota. A ver ¿ustedes consideran normal quedarse con la tarjeta de una amiga durante un año y dársela después cascada? (la tarjeta). A mí la historia me parece un poco rarita.

¿Qué es lo que hay ahí? ¿Cartas de amor del comandante Chávez? ¿Fotos comprometedoras a nivel personal como un momento íntimo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias revolcándose entre sacos de cal viva? Dicen que hay docenas de copias de la tarjeta, pero nos vamos a quedar con las ganas de saber lo que el micro ondas se llevó. Por lo menos hasta que pasen algunos años. Porque ya nos ha enseñado el viejo rey que, cuando menos te lo esperas, se aparece el fantasma de un elefante blanco.

El recorte

Dos mujeres y un destino. Matilde Zambudio fue expulsada de su partido, Ciudadanos, porque desobedeció la instrucción de votarse a sí misma y lo hizo a favor de un nuevo gobierno municipal junto al PSOE y Unidas Podemos. Más tarde recurrió la expulsión que fue cautelarmente suspendida por un juzgado. Evelyn Alonso ha sido expulsada de Ciudadanos por anunciar su votación a favor de un nuevo gobierno de CC y PP. Y ha anunciado que recurrirá la expulsión ante un juzgado. Los dos casos son gotas de agua. Por encima de lo que dicen los que ven la realidad en función de sus intereses -o sea, todos- las dos concejalas votarán en contra de lo que su partido quería que hicieran. Y lo que fue una lo será la otra. Y lo que es la otra lo fue la una. Ciudadanos es, por esta incoherencia y muchas más, un partido en liquidación. Y lo que han demostrado las concejalas, en diferente sentido, es que son capaces de tomar sus propias decisiones. La única diferencia que sí es real es que Zambudio aguantó la presión mediática y política de un acto polémico. Y Evelyn Alonso, además de esa, está siendo sometida a una campaña de acoso y derribo institucional -con un insólito pleno de urgencia para declararla no adscrita- y ha denunciado presiones y amenazas personales a ella y a su familia. Sí que hay diferencias en los dos casos. La que media entre la democracia y la guerra sucia.