La ciencia nos enseña a someternuestra razón a la verdady a juzgar las cosas tal como son,es decir, como ellas mismaseligen ser, y no como quisiéramosque fueran.

Unamuno

¡Vade retro Satana! Hoy les voy a contar una historia apasionante sobre la plaga de la corrupción que asola al mundo científico, y sus ramificaciones empresariales y también políticas. ¿Han oído hablar de los retrovirus? Son un tipo de virus de ARN (ácido ribonucleico). El ARN es polímero de nucleótidos que juega un papel fundamental en la regulación de la expresión génica y en la síntesis de proteínas. Estos “virus” son capaces de insertarse en el ADN de una célula manipulándolo, intercambiándolo por el que produce él mismo, es decir, dando el cambiazo. El nuevo material genético insertado en la célula infectada se comporta como un gen más. Estos “virus” son capaces de estar aletargados el tiempo que haga falta, modificando y debilitando el sistema inmune, hasta que emergen desarrollando enfermedades. Dicho de otro modo, los retrovirus con como un caballo de Troya que puede permanecer latente en el material genético de la célula infectada o empezar a replicarse. El retrovirus más famoso es el VIH, responsable entre otros del sida o síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Se sabe que además la infección por este virus ocasiona manifestaciones neurológicas y tumorales. Otros retrovirus, como el HLTV, son responsables de diferentes tipos de leucemias y de linfomas. Recientemente se ha mostrado que otro retrovirus, el XRMV, estaría asociado al cáncer de próstata y al síndrome de fatiga crónica. Nosotros mismos, hemos publicado durante este periodo de pandemia que las vías genéticas alteradas más importantes en la enfermedad de Alzheimer y en el deterioro cognitivo leve son vías de replicación vírica, lo que reforzaría la hipótesis sobre el posible origen vírico de las enfermedades neurodegenerativas y también de muchos tipos de cáncer. Estas hipótesis son, en mi opinión, apasionantes porque abren nuevas expectativas para entender y curar dichas enfermedades. La ciencia trata de la búsqueda de la verdad existencial. No obstante, en ciertas ocasiones esta búsqueda choca con intereses políticos o económicos, y para ello la transparencia en el flujo de información veraz es fundamental. No hay ciencia sin democracia, y no hay democracia sin transparencia. La ciencia que se deja infiltrar por intereses políticos y/o económicos, por grupos de poder, se corrompe, se distorsiona, y solo quedan intactos los teoremas, que son verdades universales avaladas por demostraciones. Los científicos son por definición naif, porque en la búsqueda del camino de la verdad, obvian otros intereses de gobiernos, de determinadas ideologías o religiones. Y es aquí donde empieza nuestra historia.

Judy Mikovits, autora de La plaga de la corrupción, un libro que denuncia los excesos de la ciencia e intenta restaurar la confianza en el método científico, fue una de los investigadoras principales de los mecanismos empleados por el “virus” del sida. En el año 2009 publicó en la revista Science que el retrovirus XRMV estaba asociado con el síndrome de fatiga crónica, detectándose anticuerpos en la sangre de personas afectadas por dicho síndrome. Para quien no lo sepa, el síndrome de fatiga crónica (cito textualmente) “es una enfermedad orgánica, multisistémica y crónica. Puede afectar de manera progresiva el sistema inmunológico, el neurológico, el cardiovascular y el endocrino, y se caracteriza por causar una fatiga severa, pérdida sustancial de concentración y memoria, desorientación espacial, sueño no reparador, intolerancia a la luz, al sonido y a los cambios de temperatura, intolerancia al estrés emocional y a la actividad física, dolor muscular y en las articulaciones y sensibilidades químicas múltiples”. El problema comienza cuando estos científicos, interesados por esta relación, descubren que muchas de las mujeres afectadas por este síndrome tuvieron hijos autistas, a los que se detectó la presencia de este retrovirus, y que coincidieron con episodios de vacunación. Estos autores indican que el vector de contaminación podrían ser los tejidos de los ratones utilizados para su producción. Les dan una vuelta a todas estas posibles relaciones y descubren que los primeros casos de fatiga crónica fueron descritos en Estados Unidos en 1934 en 198 médicos de un hospital de los Ángeles después de haber recibido una vacuna experimental contra la polio desarrollada en tejidos cerebrales de ratón. Aquí empieza una paranoia y una odisea de esta científica, que termina con su desacreditación a nivel internacional. El resto de la historia, un tanto policial con actuaciones del FBI y diferentes suicidios de personas relacionadas con estas investigaciones, se lo dejo leer en el libro, a poder ser en versión original. Ya saben que la razón raramente alcanza el 100% en cualquiera de los casos: a favor o en contra.

La cuestión es la siguiente: ¿por qué los ataques son tan poderosos contra científicos que en principio no tienen ningún interés en el resultado? ¿Qué intereses existen contra una investigación sobre el papel de los retrovirus en la génesis de enfermedades? ¿Y sobre su posible efecto en relación con las vacunas? Nadie discute que la vacunación ha sido un gran avance en el tratamiento y erradicación de enfermedades, pero tampoco nadie debería discutir que, si hay posibles dudas sobre su administración, deberían realizarse investigaciones serias, independientes y trasparentes. ¿Si todos los medicamentos tienen en mayor o menor medida efectos secundarios, por qué las vacunas deberían ser 100% seguras? Este es un problema de salud pública en el que no se puede actuar como marionetas. En el caso del síndrome de fatiga crónica, la hipótesis vírica es factible, dado que las alteraciones causadas por el retrovirus podrían impactar diferentes vías genéticas que están relacionadas con el síndrome de fatiga, en particular, algunas vías neurológicas muy importantes, como la del glutamato. ¿Por qué negar esta posibilidad sin realizar los estudios necesarios? No entiendo las negativas certeras en situaciones de gran incertidumbre y desconocimiento. Todos estos científicos que critican acérrimamente una posibilidad no han sido capaces de curar ninguna de estas enfermedades, por lo tanto deberían ahorrarse la soberbia. La ciencia nunca debería perder las formas y convertirse en dogma o simplemente en opinión. Es llamativo como, cuando conviene, se desacreditan los resultados invocando la contaminación de las muestras y se defiende la hipótesis contraria sin el necesario refrendo científico. Hipótesis no son tesis, en ninguno de los sentidos.

Llegamos al covid. Actualmente existe un audio en las redes sociales (y desmentido como bulo) en el cual una doctora catalana plantea una serie de preguntas sobre la transmisión de esta pandemia que permanecen sin respuesta. Esta doctora plantea la posibilidad de que el covid fuese administrado en vacunas de gripe contaminadas y que se comportase como un retrovirus, es decir, que estuviese latente desde octubre 2019 en el cerebro de las personas infectadas (aproximadamente el 5% de las vacunadas) y se despertase (replicase) unos meses más tarde (enero-marzo del 2020). Así se explicaría una mayor incidencia en las personas mayores, y que el cuadro al que dieron lugar estas infecciones fuese muy grave en comparación con los nuevos contagios. Esta teoría implicaría una contaminación masiva a nivel mundial. ¿Qué interés tiene esta médico en esta posibilidad? A priori ninguno. Según Mikovits, existe una trama que implicaría a autoridades de salud pública y a empresarios. De ser cierto sería muy grave. En cualquier caso y a nivel de nuestro país deberían hacerse públicos los datos clínicos de los infectados y de los muertos, anonimizados, para que puedan ser convenientemente analizados y que la ciudadanía pueda confiar en las autoridades sanitarias. También deberían explicar cuando fueron conscientes en los hospitales de referencia en cada autonomía que se avecinaba algo muy grave, nunca visto con anterioridad. Eso debería estar en los cuadernos de bitácora de estas instituciones. No me creo que mientras todo esto ocurría en China o en Italia estuviésemos en la inopia. El objetivo es aprender de lo ocurrido e intentar que esto no vuelva a ocurrir.

Ser científico consiste en buscar la verdad de las cosas. Lo contrario no es ciencia. Si Galileo se hubiese callado y no se hubiese enfrentado a la inquisición, todavía estaríamos en la edad media. El silencio es un mal síntoma. Exigimos trasparencia y claridad.

(*) Catedrático del departamento de Matemáticas