No deja de ser paradójico que India y China, dos potencias nucleares, los dos países más poblados del mundo con un total de 2.800 millones de habitantes, se líen a bastonazos y a pedradas, como ocurre en el célebre cuadro De Goya, a 4.000 metros de altura en unos cerros pelados de los Himalayas. No es la primera vez pero ahora los indios han tenido veinte muertos y los chinos no se sabe. Esta frontera es otra de las herencias desafortunadas del colonialismo británico que en otros lugares ha dejado problemas de apartheid, de subdesarrollo endémico, e incluso de guerras como la que estalló en el mismo subcontinente entre India y Pakistán después de la independencia. O el mismo con?icto palestino-israelí que se puede volver a calentar estos días.

La frontera sino-India en los Himalayas tiene 2.500 kms de largo. En 1913, en la época del Raj, el Reino Unido se reunió en Simla con China y con Tíbet y propuso un trazado parcial sobre 550 kms siguiendo la Línea McMahon que era el nombre del diplomático que la dibujó. En aquella época los diplomáticos cogían un mapa y un lápiz y hacían y deshacían países a su antojo, y así fue como franceses e ingleses se repartieron Oriente Medio con la Línea Sykes-Picot que iba desde la “E” de Acre a la “K” de Kirkuk. Luego pasaba lo que pasaba y este caso no fue la excepción. China se negó a ?rmar el Acuerdo de Simla por oponerse ya entonces a la autonomía del Tibet.

Cuando la India ganó su independencia en 1947 heredó la Línea McMahon, que fue rechazada de nuevo por Beijing cuando los comunistas de Mao se hicieron con el poder en 1949, hasta que la tensión desembocó en 1962 en una guerra que India perdió. Entonces China dibujó otra frontera que se llama Línea de Control Real que no gustó a los indios porque su aceptación supondría la renuncia a los territorios perdidos. De modo que hubo otra guerra en 1967 y esta vez ganaron los indios. Desde entones las escaramuzas son constantes, porque para unos la frontera va por un lado y para los otros va por otro, aunque desde 1975 no había habido habido muertos... hasta ahora. En lo único en lo que se han puesto de acuerdo chinos e indios durante estos años es en quitar las armas de fuego a sus patrullas y por eso las pedradas y bastonazos. Algo es algo.

El ambiente volvió a calentarse el año pasado cuando India, gobernada por el nacionalista Narendra Modi, quitó por sorpresa la autonomía a los estados de Jammu y Cachemira y los convirtió en territorios administrados directamente desde Delhi. Uno de esos nuevos territorios, Ladakh, incluye la región de Akashi Chin que Beijing ocupa, mientras India administra Arunachal Pradesh, que los chinos reclaman. Para complicar un poco más este embrollado escenario, en medio de esas tierras disputadas están Nepal y Bhutan, y Tibet muy cerca.

Como buenos líderes nacionalistas, Xi y Modi no quieren parecer débiles ante sus respectivas opiniones públicas, especialmente tras haber ambos gestionando mal la pandemia del COVID-19: China por no enterarse a tiempo y no avisarnos a los demás de lo que se nos venía encima, e India porque tiene muy difícil combatirla debido al hacinamiento de sus ciudades y a la economía irregular que hace que la gente no coma si no sale a trabajar. Tras la última refriega y a pesar de sus muertos, Modi no debe tenerlas todas consigo pues se ha limitado a hacer declaraciones altisonantes dirigidas al consumo doméstico, sin duda por el respeto que le inspira la beligerancia de Xi Jinping en política exterior pues en las últimas semanas ha atacado una torre offshore malasia de petróleo, hundido un pesquero vietnamita y lanzado amenazas a Taiwán, mientras acaba por la vía de hecho con las libertades que el Estatuto de Hong Kong garantizaba hasta 2047. La realidad es que India se siente amenazada y también rodeada por China, que con las inversiones de la Ruta de la Seda ha ganado in?uencia en vecinos como Pakistán, Sri Lanka o Nepal.

Por eso es posible que ahora Nueva Delhi cambie su política con China y si lo hace sería una mala noticia para Beijing. Como el comercio bilateral ha crecido mucho y está muy desequilibrado en favor de China, India buscará diversi?carlo acercándose a EEUU, Japón, Australia y otros países de la zona. De entrada acaba de prohibir -alegando razones de seguridad- más de 50 aplicaciones móviles chinas, incluida la popular plataforma TikTok. En el plano diplomático, India tratará de reforzar lazos con Vietnam, Taiwan e Indonesia. Y en el plano militar, se acercará a Estados Unidos y a sus aliados regionales como Australia y Japón, con los que ya participa en el Diálogo de Seguridad QUAD para frenar el expansionismo chino. Todo lo cual está llevando a Delhi a revisar dos principios básicos de su política exterior: su neutralidad y su renuencia a entrar en alianzas con otros países. Si lo hace, la perdedora será China.

De momento no parece que la sangre vaya a llegar al río, lo que es positivo y además razonable en plena pandemia. Lo malo es que mientras India y Pakistán no se pongan de acuerdo sobre Cachemira, y la India y China sobre su frontera en el Himalaya, nos darán otro susto en el momento menos pensado. Y todos ellos son potencias nucleares. Por eso es la hora, una vez más, de los diplomáticos con mapa y lápiz. Como antiguamente. Si les dejan.

(*) Embajador de España