En Canarias la mayoría de las librerías atienden escasamente el libro local, prácticamente ausente de sus escaparates. Esto no es Cataluña, Galicia, Madrid o Andalucía, donde las librerías mantienen siempre un escaparate específico destinado a la promoción de obra local. La escasa demanda que ha sido capaz de inducir la industria editorial canaria explica esa reducida apuesta por parte de los libreros. Además, los libros publicados en Canarias carecen, desde hace más de una década, de cualquier tipo de apoyo público y sus líneas de distribución son muy deficientes. No es sólo un problema de distribución entre islas: los libros producidos en Canarias pagan -aparte los gastos de transporte- impuestos por entrar en Península.

Vender libros ha sido desde siempre un negocio difícil y complicado, con el que muy poca gente logra ya hacerse rica. Comprarlos lleva camino de convertirse también en una odisea: en los últimos cinco años, han cerrado en Tenerife algunas de las librerías -esos sitios donde se pueden tocar los libros antes de comprarlos- más importantes y antiguas. En su lugar habían aparecido en este tiempo pequeñas librerías cooperativas, voluntariosas o militantes, fruto de la pasión de algunas personas por el libro y lo que significa. Todo eso sufrió con el encierro un traumático golpe, del que va a ser muy difícil que se recuperen muchas de esas tiendas pequeñas que hoy compiten en condiciones de desigualdad con la extraordinaria facilidad para comprarlo todo a través de la red, y la creciente eficacia y rapidez de los sistemas de envío a domicilio. Aún es pronto para saberlo, pero es obvio que en próximas fechas veremos más cierres definitivos.

Probablemente sea eso lo que vaya a ocurrir con la librería del Cabildo tinerfeño, si no lo remedia un milagro. De hecho, fue cerrada por decisión de la Consejería de Cultura un mes antes de comenzar el confinamiento, según se anunció, para hacer inventario de sus fondos. Era una excusa: el stock de la librería del Cabildo -como ocurre en todas las librerías hoy- se actualiza diariamente con el programa de cobro, que saca del inventario cada libro que se vende tras pasar por el lector de código de barras. Quien parió esa excusa, de libros y gestión de librerías sabía bastante poco.

Pero el caso es que la librería, situada en un pequeño espacio del desvencijado Teatro Baudet de Tenerife, ha sido explotada desde hace años por Ideco, la empresa que gestiona deporte, cultura y actividades de ocio y tiempo libre del Cabildo de Tenerife, de acuerdo con una encomienda realizada por iniciativa de Dulce Xerach Pérez en 2001, dos años después de que el Cabildo adquiriera, por una cantidad ridícula, el edificio completo del Teatro Baudet para crear un centro cultural del que nunca se volvió a saber. Hoy es un estercolero en pésimas condiciones y la librería creada para ser un espacio de encuentro de creadores, editores y profesionales canarios del sector, destinado a la lectura y a la consulta manual e informática de los fondos bibliográficos, y para contribuir a expandir la cultura de las islas, es solo un antro cerrado desde hace meses, en el que no se está ni haciendo inventario ni ninguna otra cosa, y del que absolutamente nadie, ni las autoridades políticas de Cultura, ni los responsables técnicos del área, son capaces de informar siquiera sobre cuál será su futuro.