Me gusta el poder de los acuerdos estratégicos, aquellos que trazamos con la luz larga, y que sólo nosotros sabemos el destino final que persigue ese paso inicial. Ese “si tu te atreves conmigo, yo me atrevo a todo contigo” que tiene un sentido en mi camino.

Hay principios en el arte de las negociaciones que vamos dejando en el camino; somos seres humanos con intereses individuales, profesionales, de equipo, personales... Y en ocasiones, equilibrarlos supone un reto amplio y desequilibrante.

Métete esto en la cabeza y en el corazón: los principios no se negocian.

Que los equipos negociadores estén fuera de los intereses personales es primordial; es muy complicado entrar a negociar intereses siendo parte, redunda en pérdida de fuerza y visión, donde, en la mayoría de las ocasiones, el adversario nos percibe con mayor debilidad y psicológicamente la negociación es desequilibrante.

Si nuestra negociación fuera de libro, deberíamos haber desarrollado un análisis del terreno, definir y analizar todas las situaciones posibles que se pueden dar desde cada posición, valorar los códigos de nuestro territorio.

Para los que nos gusta el ajedrez, es ese análisis que hacemos antes de mover cada pieza, donde te estás adelantando tres jugadas al rival, empiezas a pensar como el otro. Así ganas terreno mientras el adversario no termina de adivinar cuál será tu siguiente movimiento. A veces nos quedamos en táctica y no profundizamos en estrategia, y ahí está el riesgo: mucha táctica y reducida estrategia.

Quizá la política española esta muy identificada con un despliegue táctico importante y diverso, carente del paraguas estratégico.

Vamos a pactos y acuerdos sacrificando, en ocasiones, identidades, marca y reputación. Creemos que el enemigo estratégico es el adversario y viceversa. El principio negociador estratégico marca la pauta de negociación con el adversario ideológico; esto, redunda en identidad ante la ciudadanía y nos lleva a un argumentario de unión y cohesión, cautivando un alto porcentaje de indecisos en las elecciones, y el arrastre también de significativos porcentajes de grupos no interesados en política que deciden su voto de forma más emocional y menos racional.

Nos volvemos más creíbles, porque esos maravillosos seres humanos que componen el corazón de la política -nuestros ciudadanos- nos interpretan desde una actitud compasiva y de protección hacia ellos, por encima de enfoques partidistas.

Por otro lado, es de lógica pensar que la fusión de identidades cercanas diluya la propia. Cuando construimos la base negociadora de una marca, estamos creando marca e imagen, y le estamos diciendo a la ciudadanía a qué estamos aspirando. Es muy interesante hacernos esta corta pregunta, ¿a qué aspiramos?, ¿a gobernar o a cogobernar? Es ahí donde está el estilo negociador que aplicamos, la respuesta a esa pregunta te aleja o te acerca a las bases, construyes o generas exclusivamente táctica en ese núcleo duro, importantísimo para las elecciones contiguas.

Los ciudadanos votamos a héroes que desafían para defender los intereses y las preocupaciones de cada persona. Votamos a triunfadores, líderes protectores que creen que pueden llegar a la cima. Votamos a esa persona que lo da todo por nosotros, que es capaz de generar una estrategia partidista o individual engullida por el interés general, ¡ahí esta el arte!

Recuerdo un grandísimo analista que me comentaba, “Maite, si no puedes explicar tu jugada, es una mala jugada. Lo que no podemos comunicar a la ciudadanía, no existe”.

¿Negocias liderazgos? ¿Se pueden negociar liderazgos? ¿Negociamos valores como la compasión, la protección? ¿Es rentable políticamente imponer liderazgos no naturales?

La negociación de nuestros liderazgos, de nuestras posiciones, conlleva un gran equilibrio en tres ejes fundamentales de la persona: el eje personal, el eje orgánico o de partido y el eje profesional de candidato o cargo público. El éxito conlleva el equilibrio de estos tres factores; hay magníficos perfiles que han descuidado uno de los ejes y no han logrado su objetivo… O, sencillamente, las presiones de los ejes orgánicos o de despliegue público desequilibran el eje personal. Mi método de trabajo establece la hoja de ruta adecuada de equilibrio, soporte y apoyo para el equilibrio de ese triple diana, diana móvil en la que estratégicamente tenemos que navegar sin perder el rumbo a lo importante.

Para ello es interesante establecer unos límites en nuestro eje personal que sea nuestro referente, esa esencia que siempre nos permita volver a casa sano y salvo, eso que inconscientemente nos hará creíbles y fuertes para el adversario, ese “no todo vale”.

No podemos negociar con aquéllos que dicen, “lo que es mío es mío y lo que es tuyo es negociable”; hago mía esta frase de John F. Kennedy.

Negocia primero contigo, gana tu batalla personal para poder ganar en la pública.

¡Atrévete a negociar lo que vales!

(*) Psicóloga. Asesor Coach Político CEO ETIK @EtikMaite www.etikpolitica.es