El visible cambio de postura de Alemania en relación con la ayuda a sus socios del Sur tiene mucho que ver con la toma de conciencia de que para poder seguir exportando a sus vecinos, tiene que dinamizar también sus economías.

Alemania se ha descolgado del grupo de los llamados países "frugales"- ¿no sería mejor decir "egoístas"- del centro y norte de Europa - Holanda, Austria y los escandinavos- y acepta ahora algo que parecía imposible antes de la pandemia: la mutualización de la deuda, aunque tenga carácter temporal y bajo la cobertura de la Comisión Europea.

Cerca de un 60 por ciento de las exportaciones alemanas se dirigen a sus socios europeos, y desde el estallido de la crisis, esas ventas han registrado una fuerte caída: así, sólo en el mes de abril las ventas a Francia se redujeron a casi la mitad mientras que las exportaciones a Italia lo hicieron en un 40 por ciento aproximadamente.

Ello hizo sonar la alarma en la poderosa Federación de la Industria Alemana y en otras organizaciones empresariales de los países vecinos, en especial Francia, que abogaron abiertamente por un fondo europeo de reconstrucción mixto de créditos y transferencias.

Berlín entendió mejor que sus socios del grupo de los "frugales" que una ayuda en forma sólo de créditos que habría que devolver representaría una carga excesiva para unas economías muy endeudadas y duramente golpeadas además por la pandemia.

Como señala el sociólogo Steffen Vogel en la revista mensual "Blätter für deutsche und internationale Politik", la coalición que preside Angela Merkel comprendió mejor que aquéllos que era necesario reforzar tanto el mercado interior como la propia Comisión Europea.

Alemania ha superado mejor que otros países la crisis del coronavirus y no sólo desde el punto de vista sanitario, sino también desde el económico: no tendrá que soportar una recesión tan dramática como, por ejemplo, Italia o España.

Y puede por tanto permitirse una mayor generosidad con los países más gravemente endeudados porque a la postre ello redundará en su propio beneficio al aumentar en sus socios la demanda de productos "made in Germany", algo impensable si aquéllos tuviesen que valerse por sí solos para salir de la crisis.

De ahí la importancia que concede Berlín al llamado "plan de recuperación para Europa" de la Comisión que preside la cristianodemócrata alemana Ursula von der Leyen y entre cuyas prioridades están la digitalización y el Pacto Verde para dotar al continente de una economía "sostenible".

Para ayudar a financiar el Fondo de Reconstrucción, sería muy importante que se acordase en Bruselas la aplicación de impuestos europeos, y ya no sólo a nivel nacionalsobre los plásticos y también sobre los beneficios de las grandes corporaciones.

Pero esto último se está demostrando muy difícil por las presiones externas y las divisiones dentro de la propia UE. Algunos países temen que la recaudación de impuestos a nivel europeo les haga perder influencia política y encamine a todos hacia algo que de ninguna manera aquéllos desean: un modelo federal similar al de Estados Unidos.

Como apunta el sociólogo antes citado, sería especialmente importante aprovechar el momento político actual para "construir una unión fiscal completa" que sirviese para reforzar el euro y consecuentemente a todos los países de la eurozona en previsión de crisis futuras.