Pedro Sánchez igual se dio un talegazo en la cabeza corriendo por los jardines de la Moncloa, porque ha perdido su incombustible frivolidad. El presidente ha reconocido esta semana que con lo que hoy se sabe se puede concluir que llegaron muy tarde al coronavirus y que decretaron el Estado de Alarma con demasiado retraso. ¡Qué análisis más brillante, pardiez! Ese hombre tiene una mente cuyas profundidades desafían la comprensión humana.

Pero además, Sánchez ha sugerido, como el que no quiere la cosa, que habrá que subir los impuestos porque los ingresos de este país se han desplomado. Las cuentas que remitió el Gobierno español a Europa ya no valen ni el papel en el que estaban escritas. Las previsiones de recaudación fiscal están cuatro veces por debajo de sus cálculos iniciales. Los afiliados a la Seguridad Social caen en picado y los beneficios empresariales se desploman. Como ya habrá comprobado el equipo de ‘la Bodeguilla’ de Sánchez -ese al que no invitan a Pablo Iglesias- para poder sobrevivir este año no habrá más remedio que subir los impuestos y reducir los gastos.

El dinero que la Unión Europea pondrá para el rescate de Italia o España no llegará hasta bien entrado el año que viene. Y no será un regalo. Estará condicionado. Los países del Norte están hasta el bigote de que los españoles tengamos un IVA muy bajo y que estemos viviendo por encima de nuestras verdaderas posibilidades, a base de pedir fiados al tendero mayor del reino.

Se huele. España se dirige hacia una inevitable subida de impuestos directos e indirectos. Una nueva fiscalidad que recaerá sobre el consumo de las familias. Y sobre los combustibles y la energía. Y eso significa que coste la vida se va a poner mucho más difícil para ciudadanos que ya casi no llegan a fin de mes. También subirán el impuesto de sociedades sobre las empresas, que en su inmensa mayoría en este país son pequeñas y que han cerrado por miles: estamos en las cifras del 2009. Pero de ahí van rascar muy poco en un año donde casi todos los negocios están registrando pérdidas.

Además de todo eso, el gobierno ya sabe que tendrá que recortar. Tiene que conseguir dinero para el Ingreso Mínimo Vital, para soportar los gastos de incremento del número de parados, para los ERTE, para al agujero de las pensiones que este año volverán a crecer, para poder pagar la masa salarial de los funcionarios que ha subido a su techo histórico, lo mismo que el número de trabajadores públicos. Con un fraude fiscal de 250 mil millones que ningún gobierno ha sido capaz de extinguir, los recursos que se van a obtener de los nuevos impuestos a la banca, medioambientales o a empresas del mundo digital, no llegarán ni a la primera muela. Para conseguir dinero hay que ir a donde siempre. Al gran cardumen de las clases medias. La ballena ya se dirige hacia nosotros con las fauces abiertas dispuestos a tragarnos en el impuesto sobre la renta y en nuestro consumo.

El recorte

En Arona sigue la tensión. El avestruz no entierra la cabeza en un hoyo cuando se enfrenta a un problema. Es falso. El único pájaro que encerraba los problemas en un cajón para que se resolvieran solos fue Franco. A España, por ejemplo, la puso a oscuras y la tuvo cuarenta años así hasta que se arregló el problema cuando estiró la pata. Porque el problema era él. Con la crisis de Arona, cuyos ecos han llegado a Madrid, no se va a poder hacer lo mismo. Luis García, el que fuera concejal de Urbanismo, ha sido citado en los juzgados para aportar datos de las denuncias que se presentaron en su día sobre importantes empresarios que estaban influyendo en las decisiones del Ayuntamiento. Se han aportado -dicen- grabaciones y documentación que respaldan esa versión. Y hay empresarios dispuestos a contar, con pelos y señales, las presiones que han sufrido. Todo eso habrá que verlo. Pero García fue cesado por el alcalde, José Julián Mena, después de que denunciara la corrupción. Eso es una mala señal. Hay seis concejales socialistas que están del lado de su compañero y que no están dispuestos a permitir que en el PSOE le corten la cabeza a quien denuncie negocios que considere ilícitos. El enfrentamiento sigue a peor y el PSOE sureño está partido por la mitad. Y José Julián Mena no da un paso atrás. Esta semana ha prorrogado los poderes extraordinarios que cogió en el periodo de confinamiento. Ese ’todo para mí´ es una especie de desafío a sus concejales que ya tienen medio pie fuera del partido.