Como ya hemos visto, la salida del PSOE de la Alcaldía de Santa Cruz va a ser traumática. La moción de censura, que casi nunca es una iniciativa democrática pacífica, ha desatado una guerra de presiones, amenazas e insultos, al margen de la política institucional. Muy feo, pero también muy propio de ahora.

Los socialistas en la capital han perdido la mayoría. Y de ahí, todo lo demás. En la ópera bufa de la política, todo el mundo practica la incongruencia. Coalición y PP rearman su mayoría con una concejal de Ciudadanos que ha votado al margen del partido. Que es exactamente lo que hicieron los dos concejales de ciudadanos que votaron con PSOE y Unidas Podemos. Los que antes decían una cosa ahora dicen otra. Y lo contrario. Y hasta ahí todo normal, en la anormalidad de una partitocracia desleal con el sentido común.

De todo esto, se sacan, además, interesantes lecciones. Tenía razón Matilde Zambudio, la primera bestia negra de los naranjas, al decir que su partido estaba muerto. Porque lo está. No solo porque sus militantes hagan de su capa un sayo, sino porque nadie sabe exactamente a qué está jugando un partido imprevisible siquiera para sus votantes. Uno donde los militantes se detestan entre sí mucho más que a los rivales; donde nadie manda, que es la mejor manera de que manden todos y que se dirige a control remoto desde Madrid por una Melisa Rodríguez más interesada en su carrera nacional que en los problemas domésticos.

La salida del poder de la capital, que conquistó Hernández con su habilidad para cerrar pactos, no solo está envuelta en amenazas impropias. Los socialistas están argumentando urbi et orbi que Bermúdez los echa porque están levantando esas alfombras. Debajo suele haber siempre alguna basura por recoger. La última ha sido la denuncia de que la empresa gestora de Emmasa se habría estado embolsando en todos estos años un dinero que no le correspondía.

En este tipo de noticias hay pocas oportunidades de saber cuándo son ciertas o simple mierda en el ventilador. Pero no en este caso. Es extraño que el PSOE, que cogobernó varios años con los de Coalición no haya visto el bulto bajo la alfombra en su momento. Es raro, pero no imposible. Lo que lo hace muy improbable es otra cosa. De los criterios de los políticos, que suelen tener escasa formación jurídica, hay que fiarse lo justito. Pero al frente de Emmasa estuvo un letrado de enorme prestigio, un tipo sensato, de larga militancia socialista, llamado Julio Pérez, hoy consejero del Gobierno de Canarias. Lo que se deduciría, por su propio partido, es que Pérez estuvo al frente de la empresa pública y bendijo un comportamiento impropio de la administración en la que estaba. Y eso sí que parece muy difícil de digerir. Estamos, pues, ante una acusación claramente mediática. Salvo que sea fuego amigo y también se quieran llevar a Julio Pérez por delante. Y entonces, apaga y vámonos.