El tribunal especialmente creado para juzgar lo ocurrido en Kosovo durante la última guerra de los Balcanes ha acusado al presidente de la antigua provincia serbia, Hashim Thaci, de crímenes de guerra y contra la humanidad.

La fiscalía de ese tribunal, con sede en La Haya, considera a Thaci y a la organización guerrillera que dirigió, el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), responsable de cerca de un centenar de asesinatos de albanokosovares, serbokovares, gitanos y miembros de otras minorías durante aquella guerra (1998-1999).

La acusación supone un baldón para el expresidente de Estados Unidos, el demócrata Bill Clinton, así como para su vicepresidente y hoy candidato a la Casa Blanca, Joe Biden, quien llegó a calificar a Thaci de "George Washington del Kosovo" en alusión a su papel en la creación de ese minúsculo Estado, al que Rusia, China y España, entre otros, todavía no reconocen.

Thaci correspondió a su vez a la generosa ayuda prestada por EEUU a sus hombres del Ejército de Liberación de Kosovo, calificados en su día por Clinton y los suyos de "freedom fighters" (luchadores por la libertad), erigiendo al entonces presidente de EEUU una estatua en la capital kosovar.

En señal de agradecimiento, el nuevo presidente de Kosovo concedió también a Clinton y a su secretaria de Estado, Madeleine Albright, sendas medallas de la libertad.

Se sabía que el UCK se había dedicado para financiarse al narcotráfico, e incluso se sospechaba que podía estar también implicado en el tráfico de órganos de prisioneros serbios.

No pareció importarle a Washington, cuyo único objetivo era acabar con el Gobierno yugoslavo de Slobodan Milosevic, acusado de genocidio sistemático contra los musulmanes de Bosnia y al que los norteamericanos llegaron a comparar con Adolf Hitler para justificar la campaña de bombardeos llevados a cabo por la OTAN contra el país balcánico.

Aquella intervención en un país soberano por parte de la Alianza Atlántica ha servido después de modelo para otras posteriores, justificadas también por motivos humanitarios como las de Irak, Libia o Siria, cuyas consecuencias desastrosas estamos ahora padeciendo.

Los serbios cometieron ciertamente innumerables atrocidades contra los albanokosovares y otros grupos étnicos, pero el Gobierno de Bill Clinton decidió en cambio mirar para otro lado cuando los responsables de las masacres eran los hombres de Thaci.

Fueron muy pocos los periodistas estadounidenses que se atrevieron entonces a contradecir la versión oficial de Washington y condenaron la campaña de bombardeos llevada a cabo por la Alianza Atlántica contra la Serbia de Milosevic.

Uno de ellos fue Alexander Coburn, que investigó lo ocurrido en Kosovo y llegó a la conclusión de que EEUU y sus aliados habían exagerado deliberadamente al informar de las masacres de albanokosovares a manos de los serbios. Ya se sabe que la versión de la historia la imponen siempre los vencedores.

La acusación del tribunal de La Haya contra Thaci ha llegado en el peor momento para el presidente kosovar. Éste debía celebrar en Washington una reunión con su homólogo serbio, Aleksandar Vucic, que el presidente Donald Trump quería apuntarse a su vez como triunfo personal frente a los europeos.