La crisis municipal de Santa Cruz de Tenerife tiene dos nombres principales, los de Patricia Hernández y José Manuel Bermúdez, representantes de dos partidos enfrentados que quedaron segundo (el PSOE) y primero (Coalición) en las últimas elecciones locales. Pero el nombre clave es el de Matilde Zambudio: la pelea por hacerse con el control del Ayuntamiento está abierta desde el minuto uno, cuando la candidata socialista, logró convencer a Zambudio para que desoyera las instrucciones de su partido y apoyara la candidatura que había quedado segunda, y que logró hacerse con la alcaldía gracias también al desinteresado voto de Unidas Podemos. Los morados, que tenían tres concejales, renunciaran a incorporarse a la mayoría de Gobierno, mientras Zambudio y Lazcano, su segundo entonces, recalaban en la Sociedad de Desarrollo y en Urbanismo, los dos departamentos en los que el tratante Juan Amigó había puesto el ojo desde hacía meses.

El tamayazo de la Zambudio dio la victoria a Patricia Hernández y supuso la fulminante expulsión de doña Matilde de su partido. Fue en esa época donde -quizá por primera y última vez en su etapa de concejal-, ella dijo lo que realmente pensaba: que su partido estaba muerto, que las promesas de Ciudadanos eran humo y que volvería a repetir lo que hizo. Ahora, tras la repetición invertida de la jugada, protagonizada por Evelyn Alonso (que también se ha pasado las cambiantes instrucciones de su partido por el refajo), la Zambudio se nos presenta como una vestal que -pobrecita ella- no entendió lo que su partido le pedía, porque lo que se le pedía era confuso. Según dice ahora, se le pidió que pactara con el PSOE. Falso: lo que se le pidió es que se votara a sí misma, y por no hacerlo se la expulsó. Quien sí picó como un pardillo fue el concejal Lazcano, al que Zambudio enseñó un guasap de la dirección nacional en el que se le autorizaba a votar al PSOE. Lo que no le dijo es que esa autorización sólo era válida en el caso de que el PSOE y el PP asumieran juntos la gobernación de Santa Cruz. Esa estrambótica opción se barajó, se puso sobre la mesa pero no prosperó porque no la querían ni Patricia Hernández ni Génova.

Ahora Ciudadanos ha cambiado su relato, se ha descolgado de la foto de Colón, ha aceptado la mesa de negociación en Cataluña y se dispone a sacar el máximo partido posible a sus diez diputados, que al PSOE le vienen muy bien para centrarse y pedir pasta a Europa. Este bandazo de Ciudadanos ha colocado a la disolvente Zambudio dentro del partido de nuevo en el escenario adecuado. Vuelve la doña para recibir el perdón de Arrimadas, después de haber provocado que la mayoría de los afiliados de Santa Cruz de Tenerife hayan cogido puerta. La fila de víctimas de la concejala tiene su enjundia: Teresa Berástegui, que se refugió entre gomeros al amparo de Curbelo; Marcos Cohen, encargado por Madrid de poner orden en el entuerto ciudadano de Canarias, que tiró la toalla cuando la Zambudio empezó a perseguir a su empresa; Juan Ramón Lazcano, ninguneado hasta el mobbing, que entregó su acta para no tener que seguir tratando con ella; y esta tránsfuga nueva -sin siquiera mudarse de sitio-, que es Evelyn Alonso. Podría incluirse en la lista a su jefe de campaña, Mario Moreno, castigado en la calle y sin chapas no se sabe -aún- muy bien porqué. Zambudio se reinventa: decía ayer en EL DÍA -hasta tres veces- que no les gustan las peleas de patio de colegio. Es verdad: lo suyo es más el exterminio. Al estilo Apocalipsis Zambu.