Vivimos tiempos extraños. Poco a poco, estamos saliendo del confinamiento y entrando en lo que ha dado en llamarse "la nueva normalidad". Y esto hace que nos sintamos confundidos. Muchas personas están padeciendo brotes de ansiedad. En líneas generales, el que más y el que menos, está cometiendo muchas infracciones. Una tiene que ver con el exceso de nutrición y grasa. Cuando, hace ya décadas, se empezó a advertir que los malos hábitos alimenticios, de las modernas sociedades, llevaban aparejados problemas sanitarios de gran magnitud, se insistió en que la dieta mediterránea nos salvaguardaba de esos males. Pero no hemos hecho caso. En cuanto la prisa y la cultura del mínimo esfuerzo empezaron a convertirse en el paradigma de nuestro modo de vida, nos dejamos invadir por la comida rápida, con mucho sabor, pero rica en grasas y azúcares, con sus nefastas consecuencias.

La verdad es que son muchas las personas que utilizan la comida para calmar sus angustias, las tensiones y el vacío interno que experimentan. Y en los momentos actuales, la situación que estamos viviendo, y que va para largo, es muy propicia para caer en esta trampa. Y menuda trampa. Porque, después del atracón, viene el dolor del arrepentimiento. Y algunas personas deciden hacer una dieta que, en muchas ocasiones, suele fracasar, porque, lógicamente, son restrictivas y prohíben algo que les gusta muchísimo. Según los expertos, las dietas restrictivas hacen que, a nivel físico, se disparen hormonas, como el cortisol o la insulina, lo que a la larga se traduce en sensación de angustia. Además, si le negamos a nuestro cuerpo lo que siempre ha utilizado para calmar su ansiedad y sentirse bien, terminaremos haciendo trampa y comiendo más y peor. Y es que el problema, a veces, no es lo que comes, sino lo que te come a ti. La ansiedad, el estrés, la rabia, tensión, frustración, el miedo, son algunos de esos devoradores.

La verdad es que, señoras y señores, el asunto es muy complejo y no se va a poder salir de ese círculo vicioso, ansiedad-comida-culpabilidad-ansiedad, hasta que no se descubran los detonantes emocionales y se aprenda a controlarlos adecuadamente. Sin duda, estamos ante una problemática en la que el tratamiento dietético no suele ser suficiente. Por eso, se precisa, además de la dieta restrictiva y ejercicio físico, un buen soporte psicoterapéutico, no debiendo menospreciar todos los riesgos que este proceso conlleva.