Vi por televisión la voladura en directo de los dos budas de Bamiyan (Afganistán) encastrados en una pared rocosa de la montaña. Los que se atreven -pensé- con símbolos universales y sagrados de tal dimensión, que han habitado en millones de espíritus en la intimidad de sus creencias, en la tradición de los pueblos y memoria de sucesivas generaciones, para ellos (talibanes) por fuerza los humanos son cucarachas. Lo eran.

El Daesh siguió con las ruinas romanas de Palmira y todas aquellas que iba encontrando por Siria e Irak. Fue un adiestramiento de profanación, empezar por las pruebas de excelencia humana signada en sus mejores obras, hizo sencillo trámite, el degollamiento de personas con humillaciones sin cuento previas.

Mali esconde en Tombuctú, principalmente, verdaderas joyas, como son miles de manuscritos que demuestran la existencia antigua de libros en el África negra, de inconmensurable valor, muchos del imperio Songhay y de unas formas islámicas sincréticas, sufís y particulares. El fanatismo criminal de grupos islamistas del Sahel no logró la destrucción del legado histórico y religioso. No había piedad con los hombres.

El movimiento totalitario que está en la primera fase de destrucción de símbolos se hace llamar "antifa". Se atribuye también a Churchill que "los antifascistas actuales serán los fascistas futuros". El comunismo más criminal (de Stalin), por medio del Comintern, siempre evitó el horror vinculado al término "comunista", para enmascararlo como antifascista. Antifascista era toda la propaganda e iniciativas artísticas de Billi Münzenberg, y su organización de los congresos de escritores antifascistas de París y Valencia. Anfifascistas explícitos en las siglas, eran el FRAP y Grapo.

Antifascista ha sido históricamente la marca blanca (o de fuego: FRAP y Grapo) del comunismo, su versión más combativa y sibilina de alianzas. Así, las Brigadas internacionales solo podían ser antifascistas, otra genialidad de Münzenberg.

En España un presidente tan ínfimo en dotes como Zapatero, necesitó avivar las pasiones más bajas de la sociedad, que bloquearan la inteligencia y la mesura. Lo hizo desenterrando muertos ungidos de santidad absoluta frente a las encarnaciones del "Maligno" franquista, consiguió reverdecer el odio y dividir la sociedad, que Sánchez ha perfeccionado. Su estatura moral, política e intelectual, solo podía descollar y afirmarse con programas agonísticos de ajuste de cuentas con el pasado, triturando placas, estatuas, monumentos, demonizando. La globalización de la pulsión totalitaria y excluyente, de odio y destrucción simbólica del Otro es la misma mancha que se extiende a ritmos y formas diferentes. Es el mismo revisionismo analfabeto, maniqueo, agresivo y totalitario. Los menos y peores se han erigido en Tribunal de la historia de la humanidad.