Cada día que pasa, los empresarios recuperan más trabajadores de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y se reduce el coste para el Estado, mientras que el resto de las ayudas se irán pagando a medida que se devuelvan lo créditos ICO.

Se trata de mantener viables las empresas y ganar tiempo para pagar la financiación de unas pérdidas que no se crearon en las empresas, pero las pagaron.

Las ayudas para la crisis del covid-19 han sido progresivas, al contrario del desembolso para el rescate de la banca en la crisis financiera de 2007, que fue anticipado de golpe y cuyas consecuencias han sido la eliminación de un gran numero de oficinas y puestos de trabajo locales, mientras que el reembolso del mismo aún no se ha recuperado totalmente para las arcas del estado.

La recuperación económica obedecerá a factores ajenos a las empresas, que dependen, a su vez, de la recuperación de la actividad empresarial de bienes o servicios en España y en los países con los que nos relacionemos económicamente, y si esta se demora y no fuera tan rápida como deseamos, todo este esfuerzo serviría para bien poco.

La Comisión Europea ya se ha comprometido en la suspensión de las reglas fiscales para sus socios, que irán mas allá de la terminación del estado de alarma y previsiblemente se mantendrá entre cinco y seis años más. Muchos más que los plazos que el Estado ofrece para renovar los ERTE, que los empresarios necesitan que se mantengan hasta fin de este año 2020.

Con ello, los empresarios deben recuperar, progresivamente, la mayor parte del empleo si el Estado se compromete con ellos, posibilitando que las arcas del Estado recuperen ingresos fiscales.

Parece que este quid pro quo es lo justo.

Porque, no nos engañemos, si la recuperación económica no se produce en forma de V (una rápida caída y una rápida subida) el gran perjudicado será el empleo, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena, generando un paro estructural muy difícil de solucionar.

Soy profundamente creyente en que la capacidad de adaptación es lo que sostiene al ser humano y a su economía, pero también que las consecuencias personales y familiares no tienen consuelo en las estadísticas a largo plazo.

Ni llenan el plato de potaje.