Arona es una frustración. Ya nadie recuerda lo que costó acabar con el bertismo -un sistema de corruptelas y un estilo de gobierno que manipuló la administración local durante más de una década- y el mayor indicio de esta amnesia es lo que ahora mismo está ocurriendo en Arona. La veloz putrefacción, en apenas un año, de un gobierno municipal que contaba con una mayoría absoluta. La situación es tan grave que Ángel Víctor Torres y Pedro Martín corrieron a Arona en cuanto cumplieron la agenda de actos con los Reyes de España para mantener una reunión con el alcalde, José Julián Mena, y casi todos los concejales socialistas. No parece que fuera particularmente provechosa. Y no lo fue porque Torres no dio un golpe lo suficientemente fuerte sobre la mesa. Pedro Martín tampoco.

Hay niños que quieren ser bomberos, otros futbolistas, algunos pilotos de avión. Mena, desde chiquito, quería ser alcalde. Es un producto de ese aparatismo del PSOE que tiene como primer escalón las Juventudes Socialistas, pero la verdad es que Mena jamás militó en el sector del partido más proclive a la batalla política y judicial contra la corrupción. En su momento Paco Santamaría lo dejó fuera de la lista electoral. Curtido en batallas internas alcanzó por fin la Alcaldía en 2015, y cuatro años después, sumó una rotunda mayoría absoluta. Sin duda creyó haber llegado su momento apoyado en dos personas que juzga insustituibles: Nicolás Jorge, exconcejal del ayuntamiento de Granadilla de Abona investigado judicialmente por presuntos delitos de prevaricación y malversación de fondos públicos, y Felipe Campos, un abogado que se presentó en su día como heroico azote de la corrupción y que ahora, además de abogado del propio Jorge, asesora al alcalde con exquisita discreción en materia de urbanismo. Junto con Raquel García y Leopoldo Díaz forman parten del núcleo duro del menismo. Al frente se encuentran todos los demás. Los que creyeron, en algún momento, que la gestión municipal podría ser limpia y eficaz, honrada y eficiente.

Porque el hedor de decisiones oscuras y atrabiliarias, la tensión con funcionarios cruciales de la administración local - la secretaria municipal ha prolongado su baja una y otra vez - y la influencia onmipresente de Jorge y Campos han alarmado extraordinariamente a los concejales, que han tocado a la puerta de la dirección insular del PSOE. Antes de que Pedro Martín mediara Mena destituyó a su principal crítico, Luis García, como concejal de Urbanismo. Le ha dado tiempo, sin embargo, de presentar una denuncia en la Fiscalía, que incluye una grabación infecta que recoge una mordida. Mordida a la yugular. Existen otros registros magnetofónicos, peleas a muerte por un centro comercial que un empresario entiende como una corona de gloria suya y solo suya, más amenazas judiciales. Mena asegura que jamás contará de nuevo con García. La mayoría de sus concejales exige que prescinda de Nicolás Jorge y Felipe Campos como paso previo a la normalización de la administración municipal y la corrección de las irregularidades que afirman haber detectado. En esa reunión con Torres el alcalde Mena aseguró que ya tenía atado un nuevo pacto con el PP. El presidente del Gobierno se quedó estupefacto:

-Pero si tenemos mayoría absoluta.

-Bueno-, dijo Mena. -Eso es un punto de vista.