La moción de censura contra Patricia Hernández se presenta ya como un hecho imparable. El próximo viernes, en el segundo pleno municipal desde el inicio del estado de alarma, la concejal Evelyn Alonso tomará posesión de su acta y por la tarde acompañará a los concejales de Coalición Canaria y del PP a la notaría, para certificar un acuerdo que ya está escrito, consensuado y cerrado entre ambos partidos, a la espera del voto que falta.

El apoyo de la concejal Alonso, que sustituye a Juan Ramón Lazcano como concejal de Ciudadanos, es clave: apoyará la moción contra la alcaldesa a pesar del teatrillo montado por la dirección nacional de su partido, que le ha exigido que se incorpore al grupo de Gobierno, respalde a Matilde Zambudio y se abstenga de participar en cualquier intento de censura. Alonso lleva varias semanas desaparecida, sin coger el teléfono a sus jefes de Madrid -Cuadrado y Espejo, responsables de Organización y Acción Institucional- ni atender las continuas requisitorias de decenas de intermediarios y mensajeros para que impida el cambio de gobierno municipal en la capital tinerfeña.

Es curioso que las instrucciones a Alonso partan del mismo partido que expulsó a Zambudio por no cumplir las órdenes recibidas y se enfrenta a ella en los tribunales, teóricamente para evitar el regreso a la militancia partidaria de una señora que declaró urbi et orbi que Ciudadanos había muerto y que sus promesas eran humo. Pero siendo el mismo partido, en Ciudadanos no está ya la misma dirección que calificó a la Zambudio de tránsfuga y la dejó fuera. Fran Hervías, el lobo, ferozmente antisocialista, secretario de organización del partido y guardián de la ortodoxia, fue quien más se enfrentó a su concejala traidora tras el tamayazo chicharrero. Herviás, forjador de la estructura de control del partido, conocedor de sus secretos y compañero de farras de Juan Amigó, fue apartado de la dirección ciudadana por Arrimadas, con una prima de gratificación por los servicios prestados: el batacazo electoral había hecho que perdiera su escaño en el Congreso, pero le premiaron una retirada sin ruido con el acta de senador por la Comunidad Autónoma de Andalucía, acta de la que disfruta sesteando en el palacio de la plaza de la Marina Española.

Tras la salida de Herviás, la nueva dirección de Ciudadanos, consecuencia del fracaso de Rivera en las últimas elecciones, ha realizado un acercamiento al PSOE, con varios ajustes en otras plazas en juego, que explica el interés por evitar a toda costa la reversión de la alcaldía chicharrera. Una alcaldía por cuya continuidad se han ofrecido todo tipo de prebendas a los actores decisivos: canonjías gubernamentales o cabildicias tanto para Evelyn Alonso si se retira y deja paso a Carlos Garcinuño, como para la Zambudio si su apartamiento del consistorio convence a Evelyn de que mantener la alcaldesa es mejor opción que traer de vuelta a Bermúdez. Y también ofertas del PSOE al PP para entrar en el Gobierno municipal, y otras penosas historietas, como las alambicadas explicaciones del nuevo mandamás Cuadrado, dejando en ridículo a su colega el negociador Espejo, por no transmitir hace un año las instrucciones sobre los pactos con claridad.

La censura, de prosperar, encierra esas y otras paradojas. La más curiosa es que quien antes cumplió las instrucciones del partido, ahora las desobedece, y quien antes las desobedecía, ahora las cumple. El partido que quería expulsar a Zambudio, ha cambiado su relato, y ahora la protege€ la política es un zoco de opciones personales y compromisos pret a porter donde lo de menos es lo que piense o espere el ciudadano, y lo que se vende y se compra son únicamente opciones de poder. Podría decir que esta ciudad no se merece una política tan pedestre y venal. O quizá sí.