La realidad actual está impregnada de inercia destinada a sobrevivir. Nuestras acciones son deseos espontáneos que claudican junto al miedo. En realidad, no parece verano, nuestra vida (la de ahora) es postulado de resignación y duda. No tenemos deseo de novedad, además, creo que a muchos les resulta complicado ejercer de turistas. Sin una cierta estabilidad es imposible reanudar la vida; junto al reposo, muchas veces, está el barullo invisible de lo negativo y el orden de las prioridades. ¿Cómo narices vamos a ir a poner las lorzas al sol si mañana igual no tenemos ni para comer? Hay dolores graves, dolores que nos sinceran con nosotros mismos, dolores que nos roban la alegría y nos convierten en renuncia constante. ¿A qué saben de lo que hablo? La indecisión (opinión subjetiva) es una fiera rumiante enjauladas junto a la paradoja...

Otros veranos acudiamos a las playas a derramar el sudor junto a la toalla, pero lo hacíamos tranquilos, sabiendo que lo terrenal es un placer que enciende todos los sentidos; ahora (sin embargo) todo es fuerza impostada por el momento y las circunstancias, una especie de profunda huella marcada en la tierra que no se borra ni con el agua del mar. Las personas, normalmente, junto a la certidumbre encontramos "motivos" pero junto a lo incierto no reparamos más que en lo fundamental. Es imposible asociar el verano a la presuposición; hasta hace un par de días estabamos pidiendo "socorro" y ahora resulta que tenemos que pedir un mojito. Es complicado cambiar de registro solo por una "explicación" conceptual: verano. Hay cosas (opinión subjetiva) que no se pueden desescalar... Una cosa es la ensoñación sonriente que en verano viste con pareo y otra es la dolorosa amargura de lo que hemos vivido, y las condiciones en las que muchos han quedado: sin padres, sin abuelos, sin trabajo y así sucesivamente. Sí, la lista es larga. Se empaña la vista con lágrimas al pensarlo.

No seamos ingenuos y veamos con claridad que el calor que más abrasa es el de la vida. No hacerlo puede llevarnos a tener un pie en el mar y otro en la charca de la muerte.

Me he probado el bikini, ¿y saben qué me ha pasado? No me entran las nalgas, sí, lo del confinamiento (sonrío) ha sido similar a la picadura de una avispa, nos ha dejado todo "inflamado". ¡Hasta el culo!