Soy una longeva Ford Transit de 125 caballos y, a ratos, seis asientos, a la que todos conocen como 'La Furgo'. Trabajo para la Asociación Española Contra el Cáncer.

Quisiera, desde la consciencia de la responsabilidad de mi labor, explicarles en qué consiste: cada día me desplazo, entre otros variopintos cometidos, a la entrega del material ortoprotésico que la AECC presta, gratuitamente, para pacientes paliativos en domicilios, ya saben, camas articuladas, sillas de ruedas, etc., o al transporte de material de limpieza y alimentos a los pisos de acogida destinados a los que, junto a sus familiares, se ven obligados a permanecer lejos de sus domicilios o a recoger la fruta que nuestro voluntariado de hospitales repartirá en el Servicio de Carritos, dentro del Universitarios de Canarias y de La Candelaria (servicio, éste último, temporalmente en standby hasta que finalice la actual situación de excepcionalidad).

Como supondrán, mi vida es un trajín importante, un continúo sube, baja, corre, carga€ pero cualquier esfuerzo lo doy por bien empleado porque colaboro en apoyar a aquellos a quienes el destino ha puesto ante una durísima prueba y que, hasta una máquina con ruedas como soy yo, comprende sin necesidad de entender sus palabras. Sólo con mirarles ya percibo el desaliento o la desesperanza pero también, una determinación como la que me asalta a mí cuando sigo circulando con el semáforo en ámbar pero que en ellos, se acerca más a una cualidad latente en el comportamiento humano y en la conducta animal: su valentía. Ese coraje que hace tan admirables a los hombres y a las mujeres que pasan por un cáncer.

Tengo otras dos compañeras que realizan el transporte de los pacientes que acuden para sus tratamientos en ambos hospitales, una similar a mí, con 9 plazas para la zona norte de la isla y otra (una fanfarrona que se hace llamar "microbus" porque cuenta con 18 plazas) para la zona sur. Una con 130 caballos y la fanfarrona con más de 140 pero ambas trotando con el mismo entusiasmo, felices de descargar a los pacientes de la responsabilidad de estos traslados que muchos de ellos no podrían sobrellevar.

Nos consideramos unas "suertudas" porque quienes nos conducen (Jose y Damián) nos tratan como amigas. Son dos personas íntegras en su comportamiento y muy dispuestos para el trabajo (yo, por deformación profesional, diría que tan fuertes como nosotras). Y esos merecidísimos aplausos que escucho cuando ya estoy descansando en el garaje, dirigidos a todos aquellos que han estado atendiéndonos desde el 14 de marzo sé que van también por ellos dos, porque ni un solo día han dejado de cumplir con sus tareas laborales para la AECC, ahora acrecentadas por las normas de higienización, extras que a ellos parece no importar. Son de los de poca queja y mucho hacer€ filosofía que nos han inculcado a nosotras tres.

Y he decidido escribir esta carta para que la gente sepa que si nos ven aparcadas en cualquier lugar (sabrán quienes somos porque llevamos impresas con mucho orgullo las letras que Archiauto tuvo la cortesía de serigrafiar y que combinan el nombre de la AECC con el de la entidad financiera que nos hizo posible), tienen nuestro permiso para pasar sus manos por nuestras carrocerías (para acariciarnos, vamos) porque formamos parte de todos ustedes, de aquellos que colaboran como socios de la AECC o de los que depositan unas monedas en nuestras huchas, del IASS y de los Ayuntamientos de la Comarca Sur de esta isla. Ustedes todos son, nuestra fuerza motriz