El presidente de Canarias, Angel Víctor Torres, debe tener a estas alturas algunas cosas claras. Y una de ellas es que si el comienzo del próximo curso escolar es un fracaso similar al del cierre de éste, las consecuencias pueden ser graves. El tiempo que está tardando en decidir un nombre para la Consejería de Educación va a jugar en contra de aquel o aquella a quien le toque el mochuelo.

Es verdad que no lo tiene fácil. Como todo, en esta mala política nuestra de cada día, no se trata de encontrar a la persona más competente para el área, sino a una pieza que le sirva en el mapa de poderes del PSOE, donde se mezclan las islas con las familias políticas dentro del partido y de la propia isla.

En las quinielas para Sanidad suenan muchos nombres. Uno es el de Iñaki Lavandera, ex portavoz socialista en el Parlamento, diputado por Fuerteventura. Y, con menos fuerza, el de Jesús Morera, que ya fue en su día titular de Sanidad. Pero cualquiera de los dos va a incomodar al PSOE de Tenerife, que ya se atragantó con el cese de Teresa Cruz. Hay quienes dicen que para contentar a las fieras, el cierre de la crisis de gobierno podría suponer cambios en otras consejerías, como Agricultura, de donde saldría Alicia Vanoostende, para dejar hueco a una pieza tinerfeña. Caballo por alfil. O mover a Chano Franquis a Sanidad y echarle a los chicharreros el hueso de las obras.

Decir que el presidente Torres se enfrenta a un problema es como decir que un peral tiene peras. “Si lo sé no vengo”, se debe estar diciendo. Pero esta vez no será un volcán, ni un tsunami, ni una plaga de langosta africana. Esta vez tiene que poner los calderos al fuego en la complicada cocina de los equilibrios.

Los efectos de las crisis económica empiezan a notarse. Pero aún no estamos en lo más crudo del crudo invierno. Cuando llegue ese momento, va a ser fundamental la capacidad del Gobierno para dar respuesta inmediata a las necesidades de miles de familias en situación de dificultad. Y la pregunta es cómo va a poder responder a ese aluvión de demandas un área de Asuntos Sociales que no ha sido capaz de atender a las miles personas que están esperando una ayuda a la dependencia o a de la prestación canaria de inserción.

La respuesta es que no podrán. Es un cuello de botella que amenaza con ahogar al Gobierno en el fracaso y a los ciudadanos en el cabreo. Por eso, en las noches de insomnio, el presidente Torres estudia un escenario muy complicado. Uno en el que, además, Patricia Hernández pierde Santa Cruz. O sea, que habrá que montar el lío correspondiente aunque me diga un viejo socialista -viejo y malo- que ladrarán mucho pero no morderán. “No te olvides que, a largo plazo, ella es la competencia más peligrosa”. No hay nada como el cariño de los tuyos.

Y se va la segundita

Las veces que haga falta. Si no se puede con una, se busca otra. La persecución judicial a Fernando Clavijo empieza a desprender un insoportable tufo. Justo al día siguiente de que el Tribunal Supremo le absolviera de un primer caso -que dio innumerables titulares- ya están anunciando una segunda acusación. Y ni siquiera se han molestado en guardar las apariencias de esperar un tiempo prudencial. ¿Para qué, además, si ya hace tiempo que es cosa sabida cómo funciona esto? No existe un solo alcalde de Canarias al que no se le pueda meter el rejo por el asunto del levantamiento de reparos. Es el pan nuestro de cada día en una administración local donde, si se quieren mantener servicios esenciales, hay que adoptar medidas excepcionales, porque la tramitación de expedientes adolece del infame retraso que padecemos todos los administrados. En estas decisiones no hay intereses personales, ni la intención de favorecer a nadie, sino que se persigue el fin último de que las cosas sigan funcionando. La rueda de prensa convocada por los denunciantes de este nuevo caso adquiere todo su sentido. Ya estaban avisados de que había nueva munición. Si algún juzgado decide darle aire a las acusaciones, Clavijo volverá a estar imputado, aunque tenga que ir al Supremo otra vez. Es el estado “natural” en el que quieren colocarle permanentemente. Clausevitz diría que la justicia es la continuación de la política por otros medios. Los Sabandeños cantarían una zamba... “y se va la segundita”.