Puesto que la pandemia ha revelado la invalidez en que puede quedar sumido un país globalizado en medio de una catástrofe global, la amenaza de nuevos eventos siniestros nos debería llevar a desglobalizarnos un tanto. Somos la 13 o la 14 potencia industrial del mundo, pero sin capacidad para producir la mayor parte de la gama sanitaria, de vacunas a mascarillas pasando por aparatos. La desglobalización no debe conducir a la autarquía, desde luego, pero el fenómeno del encogimiento hacia nosotros mismos (recogimiento) quizás acabe afectando más o menos a todas las cosas. ¡Qué gran ocasión para que nosotros fuéramos el conjunto de europeos, si no lo estropea la estupidez de los llamados países frígidos de la UE! Relajar de modo prudente el vigente culto económico a todo lo global sería bueno además para la economía: también el corazón funciona expandiéndose y contrayéndose.