Hace unos días, cuando el Gobierno de España decidió declarar la cuarentena de 14 días para los viajeros comunitarios y extranjeros que llegaran a España, escribí en esta misma tira que me parecía otra inane ocurrencia adelantarse ¡¡¡en un día!!! a las decisiones en materia de transporte aéreo de la Comisión Europea, que había de fijar recomendaciones para la actuación conjunta en el continente. La decisión del Gobierno español me pareció otra pendejada para consumo interno, otra demostración de poderío de nuestro mando único, cuando los grandes países europeos preparaban un acuerdo global para la reapertura del tráfico aéreo. ¿Creen ustedes que se levantó alguna voz de la oposición para ocuparse de un asunto vital para los españoles? En absoluto: andaba todo el mundo tirándose los trastos a la cabeza en San Jerónimo. Ni siquiera en Canarias nadie dijo nada: apenas es escuchó la voz del portavoz áulico de Turismo, Casimiro Curbelo, predicando en el desierto que España suscribiera el acuerdo global europeo y nos dejáramos de experimentos y zarandajas.

Ayer, Alemania levantó la recomendación de no viajar a todos los países de la UE, que dejará de ser efectiva dentro de diez días, a partir del 15 de junio. Los alemanes podrán desplazarse sin limitaciones por el territorio de la UE y espacio Schengen, con la única excepción de España, excluida de la lista de países autorizados no por razones sanitarias sino por el viejo mecanismo del quid pro quo. El Gobierno federal declaró ayer que la prohibición de viajar a España -que no tiene nada que ver con la enfermedad, sino con la estupidez de la cuarentena decretada por Sánchez a todo visitante de fuera- concluirá en el mismo instante en que Sánchez levante a su vez la cuarentena obligatoria prevista para los comunitarios.

Sorprende mucho que el Gobierno del país que más depende económicamente del Turismo en toda Europa (Italia tiene más turismo que España, pero su aportación a la economía nacional es menor que la española) haya actuado con tan poca cabeza en este asunto. Ayer, la ministra de Turismo intentaba aclarar que Alemania levantará sus restricciones cuando en España se deje de encerrar a los ciudadanos alemanes que lleguen, pero eso es ahora baladí: sinceramente, no creo que Alemania sea menos cauta o rigurosa con la seguridad de sus viajeros que España.

Lo que creo es que aquí se hacen las cosas según se le van ocurriendo a alguien. Y me parece que para el sector puede resultar muy dañino un hipotético retraso de la actividad hasta el uno de julio, fecha en la que Sánchez dijo que se levantaría la cuarentena obligatoria de los visitantes de fuera. Lo razonable sería retirar ya este 'aislamiento español' a quienes quieran venir, que no hay forma siquiera de comprobar que se cumple. Nuevamente, me sirve el ejemplo alemán: no sólo toma decisiones negociadas con sus socios europeos, también establece mediciones objetivas para cambiar de criterio: si en algún territorio se llegan a superar los 50 nuevos casos por cien mil habitantes durante siete días, Alemania revisará la protección de sus ciudadanos. Seguridad, reciprocidad y tratamiento igual para todos. Eso funciona mejor que nuestra diarrea de decretos mal redactados y declaraciones en la tele.