Oportuno y sensible, Óscar Benítez recordó a los amigos el cumpleaños -nada más y nada menos que noventa y cinco- de María Mérida, la voz más personal y emotiva de nuestro folclore y una cantante de variados registros reconocida por prestigiosos críticos y artistas internacionales.

Herreña de Valverde y canaria de las siete islas, residió en Tenerife, donde se integró como solista de su Masa Coral y, luego, en Madrid, donde estudió canto con Lola Rodríguez Aragón, catedrática del Conservatorio Superior y formadora de los grandes cantantes de la época. En su valioso registro de contralto dramática tenía ante sí una brillante carrera que abandonó por continuar con sus personalísimas interpretaciones de los cantos de la tierra, los ancestrales palos herreños, y los aires comunes del Archipiélago, que, con su personalidad arrolladora, los metió en su estilo y los hizo inolvidablemente suyos para siempre.

En la dura posguerra, que impulsó la edad de oro de la radio, fue una figura popular y un acento reconocido y reconocible en las primeras emisoras españolas - RNE, Intercontinental y Radio Madrid - en programas de variedades y en otros destinados a la emigración. Actuó en galas en el Teatro Español y en el María Guerrero y estaciones de TV europeas y americanas; y por su talento y simpatía, tuvo amigos tan notables y diversos como Alfredo Kraus, Lola Flores, Ruth Román, Miguel Aceves Mejías, Amalia Rodriguez, Dany Kaye, Victoria de los Ángeles y, entre otros, José Tamayo que, en 1988, la incorporó a su celebrada Antología de la Zarzuela.

Residente en Candelaria, donde ejerce su hospitalidad con amigos y admiradores, María tiene entre sus hitos y junto a paisanos destacados en varias áreas, la fundación del Hogar Canario en la Villa y Corte, un espacio que, aún en los tiempos de la globalización, sigue abierto al encuentro de isleños trasterrados; y la popularización del estribillo más universal de la música canaria, "Palmero sube a la Palma", que, como marinera y polo, se canta en destinos de la emigración.

Ha recibido premios y distinciones innumerables que no caben en esta columna de afecto que, simplemente, la felicita y asevera que fue, y sigue siendo, una de las voces más grandes y uno de los sentimientos más profundos de nuestro imaginario popular.

Muchos más, María.