El Barcelona sería el mejor equipo del mundo si las porterías estuviesen a los dos lados del campo. Alguien definió una vez, con esa evidente mala leche, el jogo bonito de los catalanes, a veces demasiado horizontal e improductivo. La política de hoy también se dedica al exceso de tiki-taka como objetivo principal. El asunto no es meter goles, sino adormecer al público con un espectáculo sedante y dejar que pase el tiempo con la sensación de que los dueños de la pelota son los dueños del partido.

Una persona en situación vulnerable cobra una Ayuda de Emergencia de 450 euros que le da su ayuntamiento. Un día le dicen, con una palmadita mediática en la espalda, que va a tener mucha suerte: esa ayuda va a ser sustituida y va a pasar a recibir un Pago Mensual de Supervivencia de 450 euros del Cabildo. Al poco tiempo le comunican que, ¡albricias!, en el colmo de la fortuna, va a pasar a cobrar un Ingreso Extraordinario de Emergencia de 450 euros del Gobierno regional. Y cuando ya piensa que no le puede ir mejor, le avisan que ese ingreso va a ser sustituido por un Ingreso Mínimo Vital del Estado por importe de 450 euros. Es decir, que en el periodo de apenas un año le han cambiado tres veces de nombre la misma ayuda. No se puede tener más suerte.

El Gobierno ha anunciado un Ingreso Mínimo Vital para casi tres millones de personas en España. Y lo ha anunciado mal. Ha dicho que dedicará a esta ayuda un importe de 3.000 millones al año y que llegará a 850.000 hogares con una renta mínima anual de 10.700 euros. Un par de críos, que sepan usar la tabla de multiplicar, les dirían que las cuentas no salen. Que una renta mínima de 10.000 euros para 850.000 hogares son 8.500 millones y no 3.000. Salvo que, claro, nos estén engañando. Y la nueva renta se trague las pensiones no contributivas y cualquier otra ayuda que provenga del estado.

Olvidándonos de las trampas y de la demagogia, darles a los ciudadanos una renta básica similar al salario mínimo interprofesional es un asunto polémico. Algunos sostienen que es el futuro. Y otros anuncian que mucha gente dejará de trabajar. ¿Para qué, si vas a ganar lo mismo? El problema es que cada vez hay menos trabajo para cada vez menos gente. Y algo habrá que hacer con el excedente de mano de obra. Pero el problema para España es otro: ¿podemos pagarlo?

El Estado que sostiene las pensiones, el salario de los empleados públicos o las ayudas por desempleo gasta cada año más de lo que ingresa. Y cada ejercicio España se tiene que endeudar un poco más, pidiendo dinero prestado para poder atender todos los gastos. Estamos en la espiral suicida del pobre idiota que pide un crédito para pagar los intereses de otro crédito, pensando que al final va a poder salvar su casa y su vida.

Lecciones para ordeñar

Para ordeñar adecuadamente la teta de Madrid, hay que aprender de los maestros. La “guía vasca” te indica que debes situarte a la máxima distancia posible de las ubres. Si te pones muy cerca darás la impresión de estar interesado y puede bajar la cantidad de leche. Es la ubre la que tiene que venir a ti y no a la inversa. Para aumentar la cantidad de leche conseguida hay que ordeñar con las dos manos. Con la derecha, del PNV, y con la izquierda, de Bildu. Con una sacas por un lado saltarte la disciplina fiscal y con la otra te ceden la pasta del Ingreso Mínimo Vital, que es como la gran fiesta de la mortadela para todos los pobres del País Vasco y Navarra, que por cierto son más bien pocos porque en esos territorios son bastante ricos. La técnica es coger la ubre, apretar con la derecha y apretar luego con la izquierda. Y otra vez. Y otra. Hay que mantener un ritmo sin prisa pero sin pausa, obteniendo un generoso y constante chorro de financiación. Para ordeñar, naturalmente, hay que tener fuerza en las manos. Pero de eso ya se encarga el electorado vasco, que a sus partidos nacionalistas, a los de la derecha y los de la izquierda, les da cada cuatro años el músculo suficiente para que la granja siga funcionando. Ese sí que es un país. Al resto de los idiotas ya saben cómo les va.