Como a la rana. Nos calientan el agua muy lentamente y nos están cocinando sin que nos demos cuenta. Un gobierno perfectamente democrático ha tomado la decisión de salvar nuestras vidas encerrándonos durante casi dos meses en nuestras casas. Pero si lo piensa uno bien, ¿quién puñetas se cree el gobierno que es para decidir sobre nuestras vidas? ¿Qué ocurre si yo, libremente, la quiero poner en riesgo?

Pues no. Los gobiernos no lo permiten. Ellos se han convertido en los dueños de nuestros destinos. Por eso el suicidio está considerado un hecho delictivo (bastante estúpidamente, por cierto, porque a buey muerto cebada al rabo). Y por eso la eutanasia sigue estando proscrita. Porque la propiedad tiene una función social, incluyendo también nuestras propias vidas.

Nuestro feliz propietario ha decido ahora implementar el control que ya tiene sobre nuestra libertad. El nuevo proyecto trata de detectar y seguir a los contagiados por el coronavirus a través de una aplicación instalada en nuestros móviles que se probará, de manera experimental, en breve.

Las cámaras nos controlan ya en todos los espacios públicos. Hacienda sabe lo que compras en la farmacia, en el supermercado y en las tiendas. Muchísima gente utiliza ya para sus pagos las tarjetas o el teléfono, por comodidad. Pero dentro de poco el dinero virtual será la única forma de pago admitida. Nuestros mensajes y conversaciones se almacenan durante cinco años, por si un día alguna autoridad judicial ordena investigarnos retrospectivamente. La administración nos obliga a tener ordenador y a estar conectados a internet y en unos pocos años será la única forma de relacionarnos con las instancias públicas.

La App Sanitaria, según las autoridades, será respetuosa con la intimidad de las personas. No entiendo cómo. Eso es como prometer que te van a hacer un tacto rectal sin introducirte el dedo por el trasero. Si la App funciona teniendo geolocalizados a todos los pacientes de coronavirus y controlando con quién se reúnen -es decir, a qué otros móviles se acercan- es una memez garantizar que se va a respetar la intimidad de los contagiados. Porque si darse de alta es voluntario, el sistema no va a funcionar. Así que, aunque ahora mientan, tendrán que tener un banco fiable de contagiados detectables. Con o sin su permiso. Los nuevos leprosos de la era digital llevarán las campanillas en sus teléfonos móviles. Nadie sabrá que son lo que son, salvo que les coloquen también una estrella amarilla en la pechera, pero el ojo que todo lo ve los estará siguiendo desde las alturas.

Es un proyecto muy prometedor que, se me ocurre, podría ampliarse en un próximo futuro a los portadores del virus del Sida o de la gonorrea o de cualquier enfermedad infecto contagiosa, para ir avisando a los móviles de la gente a la que se aproximen del peligro que corren. Todo es poco para cuidar a nuestros ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes. El rebaño, como sabe cualquier buen pastor, tiene que estar en las mejores condiciones de salud para seguir dando lana y leche.

Geoatestado

A las 07,45 el sujeto Tomás X salió de su domicilio. El teléfono móvil registra que realizó un trayecto de 7.863 pasos hasta la dirección Calle Belmez, 24, donde tiene su oficina. A las 08,37 el sujeto se dirigió hasta el Bar Canteras CIFB09082XXXX, realizando un trayecto de 908 pasos. En el citado negocio estuvo en estrecho contacto con los terminales telefónicos de Juan X y José X (Para reproducir contenido de la conversación acceder al Archivo 2020 05 16.08.45). La consumición en el bar fue de tres cortados, un coñac y un bocadillo de queso amarillo (Abonada con la tarjeta Visa Banco Sabadell 004180876XXXX). A las 09,07 el sujeto regresó a su oficina. Registramos 916 pasos. A las 12,40 el sujeto tomó el taxi nº de Licencia 12XX, propiedad de Ernesto X con el que se desplazó 11 kilómetros y 452 metros, hasta la calle Los Colores. A las 13,17 cuatro patrullas de la Unipol procedieron a desplazarse urgentemente para detener el sujeto que al parecer había apagado su terminal. Una vez capturado se comprobó que se había quedado sin batería. Al ser la primera vez fue amonestado, con las advertencias legales pertinentes para el caso de que la acción delictiva se vuelva a producir. Fin del informe.